El hallazgo más reciente lo ha hecho la científica Camille Testard sobre la resiliencia de los primates a las catástrofes climáticas
San Juan (EFE) – El puertorriqueño Cayo Santiago es la isla-laboratorio más antigua del mundo y está habitada por más de 1,500 monos macacos rhesus, que se han vuelto más empáticos y tolerantes entre ellos tras la devastación de la vegetación causada por el huracán María en 2017.
«Después del huracán María, se descubrió que los macacos eran más tolerantes los unos con los otros y la razón por la que eran más tolerantes es porque todos querían algo en común, que era la sombra», relata a EFE Mitchell Sánchez, director científico de Cayo Santiago, desde su laboratorio en el Centro Médico en San Juan.
En 1938, el primatólogo estadounidense Clarence Ray Carpenter transportó 409 monos a Cayo Santiago desde la India y, desde entonces, científicos puertorriqueños, de Harvard, Columbia y el Imperial College realizan investigaciones en el Centro de Investigación de Primates del Caribe (CPRC, por sus siglas en inglés).
El hallazgo más reciente lo ha hecho la científica Camille Testard sobre la resiliencia de los primates a las catástrofes climáticas y ha llegado a la conclusión de que desde la devastación provocada por los vientos huracanados de María, que destruyeron los árboles y mataron a 50 monos, los simios que sobrevivieron se han unido más en comunidad.
«Descubrió que no solamente eran más tolerantes, sino que esa tolerancia aumenta las probabilidades de supervivencia de estos monos», indica Sánchez, que lleva seis años investigando a estos macacos, que tienen el 93% de su genoma en común con los humanos.
Investigación multifacética
En esta isla-laboratorio de 15 hectáreas, ubicada a 1.6 kilómetros del municipio de Humacao, en el este de Puerto Rico, se llevan a cabo investigaciones muy diversas sobre psicología, reproducción, envejecimiento, relaciones sociales, resiliencia al cambio climático, autismo y homosexualidad.
Kandra Cruz, doctora y estudiante venezolana, lleva tres años consecutivos viajando diariamente durante varios meses en una embarcación, junto a otros científicos que alimentan a los monos de Cayo Santiago, para estudiar la reproducción de los antropoides.
«Se ha modificado la temporada en que las hembras están pariendo y la temporada que están reproduciendo», apunta Cruz, quien precisa que antes se reproducían en enero y ahora lo hacen en octubre, incrementando así su reproducción.
Por otro lado, Catalina Villamil, directora asociada del laboratorio de morfología del CPRC, investiga la evolución de la columna vertebral, cuyos patrones de integración son -indica- «muy parecidos a los seres humanos».
Villamil cuenta asimismo desde su laboratorio que los macacos tienen patologías similares a los humanos como escoliosis o ostiartritis, entre otras.
«Ahora mismo nosotros tenemos una colección de 3.500 a 4.000 esqueletos que tienen la edad, el historial médico de toda su vida y la información de toda su vida de parentesco», asegura la científica, explicando que recolectan las osamentas desde los años 70.
«Las investigaciones no son invasivas»
Todas las personas que llegan a la conocida como ‘Isla de Monos’ deben seguir un protocolo, desinfectarse y permanecer a una cierta distancia de los monos para evitar contagiarse del virus Herpes B, que puede ser mortal para los humanos.
La organización animalista PETA ha criticado en varias ocasiones los experimentos que se realizan con los macacos. En concreto, los activistas pro defensa de los animales reprochan las prácticas con vacunas o que, según afirman en un comunicado, se envíen algunos de los simios a laboratorios de experimentación en EE.UU.
En este contexto, Sánchez hace hincapié en que «todas las investigaciones que se hacen en Cayo Santiago no son invasivas».
El director científico de la CPRC, que está financiado por la Fundación Nacional de las Ciencias de EE.UU. y la Universidad de Puerto Rico (UPR), sentencia que Cayo Santiago «es un recurso único y todo se hace de forma natural».