Sao Paulo, 17 jul (EFE) – La Amazonía, el mayor bosque tropical del mundo, es la «seguridad climática» del planeta, pero está siendo destruida «a pasos agigantados», aseguró en una entrevista con Efe Luciana Gatti, responsable del estudio que detectó que algunas zonas de la selva ya emiten más dióxido de carbono del que absorben.
«La Amazonía es nuestra seguridad climática. Es un cuerpo enorme de vegetación lanzando agua a la atmósfera y, con ello, ayuda a aumentar la lluvia y atenuar la subida de la temperatura global», sostuvo a Efe la científica e investigadora del estatal Instituto Nacional de Pesquisas Espaciales (INPE) de Brasil.
Sin embargo, ante los altos y desenfrenados niveles de destrucción en la selva, que se extiende por una superficie de unos 5.5 millones de metros cuadrados, algunas de sus áreas han perdido la capacidad de absorber CO2, un indicador de desequilibrio en la salud del ecosistema que influye directamente en la crisis climática y el calentamiento global.
«Emitimos cada vez más gas carbónico en la atmósfera, y eso colabora para el cambio del clima y también hace con que llueva cada vez menos en la Amazonía, lo que resulta en el aumento de la temperatura del planeta. Es un círculo vicioso», afirmó.
El estudio conducido por Gatti reveló una asociación entre la deforestación y los incendios en la selva tropical con los cambios climáticos en toda la Amazonía y determinó que esas interacciones pueden tener consecuencias «negativas y muy duraderas».
Una de ellas, según explicó la investigadora, es la histórica sequía que azota a Brasil y ha llevado a una crisis hídrica y energética sin precedentes.
«Gran parte de nuestra lluvia viene de la Amazonía. Si deforestamos, estamos reduciendo la lluvia. Yo suelo decir que estamos sembrando la sequía», expresó.
«Vivimos en un atraso gigante. Vemos récord tras récord de deforestación e incendios y, también, récords y récords de reducción de lluvia. Por supuesto que no es una coincidencia», recalcó.
MÁS DEFORESTACIÓN, MENOS LLUVIA
Gatti explicó que la deforestación en la Amazonía no es «uniforme ni homogénea» y, cuanto más destruida esté una región, mayor será la pérdida de lluvia y el aumento de la temperatura.
Es el caso de la región nordeste de la selva, que cuenta con un 37 % de su área devastada y presentó una reducción del 34 % de lluvia durante la estación seca, comprendida entre agosto y octubre.
«Un 37 % de deforestación es tanto que incluso la lluvia acumulada anual se redujo. Tuvimos una pérdida del 9 %, que equivale a 200 milímetros menos de lluvia por año. Eso es demasiado», lamentó.
Por eso, enfatizó que la disminución de la capacidad de absorción de carbono por parte del mayor bosque tropical del mundo -que ya perdió cerca del 20 % de su cobertura vegetal natural- es una «consecuencia directa» de los consecutivos récords de deforestación e incendios.
En el primer semestre del año, la devastación en la Amazonía brasileña alcanzó su mayor nivel desde 2016, con 3.609 kilómetros cuadrados destruidos, mientras que la región sufrió en junio sus peores incendios en 14 años, según los datos oficiales divulgados por el INPE.
Los sucesivos récords coinciden con la llegada al poder, en 2019, del líder ultraderechista Jair Bolsonaro, quien en los últimos años ha flexibilizado la fiscalización de actividades que atacan directamente al medioambiente y defiende vehemente proyectos que estimulan la deforestación y la explotación de la Amazonía.
«Percibimos que hoy hay claramente un grupo que tiene esa agenda de querer más áreas para explotar, sembrar, crear ganado, explotar minerales. Gente que se molesta con las reservas indígenas, con la preservación ambiental», denunció Gatti.
Y es que la flexibilización de la fiscalización y suavización de la punición a los delitos medioambientales amenazan con que el bosque tropical «tarde décadas en recuperarse», lo que podría ser un camino «sin vuelta».
«Estamos en una aceleración de la deforestación escalofriante. Hemos retrocedido diez años en todo que habíamos conquistado en materia de políticas de combate a la deforestación y reducción de emisiones», evaluó.
En ese sentido, la investigadora consideró que, mientras no se consiga controlar la situación, Brasil camina hacia un «futuro terrible» de «colapso total».
«Si no hacemos nada, el año próximo será aún peor. Estará más seco, más cálido, con más deforestación y más incendios. Es una bola de nieve», afirmó.