Madrid, 3 nov (EFE) – El declive de los ecosistemas marinos está alterando el océano como regulador del clima y resulta fundamental avanzar en un nuevo marco legal enfocado en la conservación de la biodiversidad en el Tratado sobre las Aguas Internacionales, que se espera termine «de forma exitosa en marzo de 2022».
Lo han explicado, en entrevista con EFE, las expertas en temas de océano del «Pew Charitable Trusts» de Estados Unidos, Liz Karan y Masha Kalinina, quienes han mostrado optimismo sobre las negociaciones que se llevan a cabo en la COP26 de Glasgow, donde se ha impulsado la III Declaración «Because the Ocean».
Suscrita en la Universidad de Edimburgo, la Declaración pide la protección del océano, aboga por la reducción de las emisiones del transporte marítimo y el fomento de las energías limpias en alta mar; y pide que los países de la Convención Marco de Naciones Unidas por el Clima adopten medidas para reconocer la vinculación entre el océano, el clima y la biodiversidad para implementar el Acuerdo de París.
La III «Because the Ocean» ha sido respaldada por el príncipe Alberto II de Mónaco; la ministra chilena del Medio Ambiente y presidenta de la COP25, Carolina Schmidt; el secretario general del Foro del Pacífico Sur, Henry Puna; la ministra de Clima, Medio Ambiente, Desarrollo Sostenible y Pacto Verde de Bélgica, Zakia Khattabi; junto con ministros y embajadores de Australia, Colombia, España, República Dominicana, Fiyi, Francia, Indonesia, Irlanda, Panamá, Seychelles y Suecia.
No en vano, el océano absorbe más del 25 por ciento de las emisiones de dióxido de carbono (CO2) y el 90% del exceso de calor provocado por el calentamiento global.
Pero para preservarlo se necesita una mayor ambición climática en su protección con financiación pública y privada, incluyendo a bancos multilaterales de desarrollo, fondos del clima o ayudas oficiales al desarrollo.
Liz Karan, directora del proyecto «Protecting Ocean Life on the High Seas» de Filadelfia (EE.UU.), ha subrayado la importancia del océano en la absorción de los gases, pero ha advertido que el declive de sus ecosistemas está alterando su labor como regulador del clima.
Entre los mayores impactos, ha explicado, está la circulación de miles de buques mercantes por sus aguas internacionales, así como los barcos pesqueros, dos de las actividades industriales que están «estresando» la vida marina.
La solución en este momento está en las negociaciones en Naciones Unidas para lograr un nuevo marco legal enfocado en la conservación de la biodiversidad.
La llave del nuevo tratado está en «establecer suficientes mecanismos para un océano sostenible» y dotarlo de «suficiente financiación para su implementación».
Hoy en día ya se ven «los resultados de la inacción para su conservación», ha señalado Karan, quien recuerda que hay millones de personas que dependen de él para obtener alimentos y su sustento económico.
Los gobiernos deben ser conscientes de que tienen una oportunidad para proteger sus recursos y mantener la resiliencia de sus fondos marinos pensando en las futuras generaciones, ha aseverado la experta de PEW Charitable Trusts.
Masha Kalinina, que lidera en la entidad estadounidense la iniciativa 30×30 de la Convención para la Diversidad Biológica, ha incidido en la importancia de la reducción de emisiones para evitar el calentamiento y la acidificación del mar.
Con la creación de áreas de protección marina (Marina Protected Areas, MPA, por sus siglas en inglés) «damos espacios y posibilidad a que el océano se recupere».
Desde PEW han recordado que la zona de alta mar juega un papel fundamental en la construcción de la resiliencia del océano a los impactos del cambio climático, con un valor estimado de almacenamiento de carbono de $74,000 millones a $220,000 millones por año.
Y aunque solo el 1% de las aguas internacionales en alta mar están protegidas, representan el 95% del hábitat de la Tierra y los científicos aseguran que aún hay millones de especies por descubrir en sus aguas.
A pesar de la conexión evidente entre el océano, el clima y la biodiversidad, solo a partir de la COP25 celebrada en Madrid bajo la presidencia chilena se integró realmente a los océanos en la labor de la Convención Marco de Naciones Unidas para el Cambio Climático.