Ginebra (EFE) – Los vinicultores sufren de lleno el impacto del cambio climático, que en el caso de Europa está desplazando hacia el norte los viñedos de mejor producción, dice en una entrevista con Efe el director general de la Organización Internacional de la Viña y el Vino (OIV), Pau Roca.
«La cosecha de Alemania ha sido muy alta y de mucha calidad como consecuencia de un cambio climático que está desplazando hacia el norte la producción óptima», explica Roca en un aparte de sus compromisos en el 42 Congreso Mundial de la OIV que se celebra en Ginebra.
«Esto nos lleva a preguntarnos si se podrán cultivar viñedos en Suecia… y la respuesta es que sí», avizora el responsable del organismo internacional, quien usa una y otra vez las palabras «mitigación» y «adaptación» al abordar las acciones más urgentes que se requieren para que los actuales productores subsistan.
«El cambio climático es una de las cuestiones más importantes para el sector del vino, que se asienta en un territorio que incluye el suelo, el clima, la variedad de la uva y las tradiciones de transformación. En este conjunto de factores, si uno cambia, como es el clima, enseguida se produce una alarma», afirma.
La exportación de vino mundial está dominada por tres países: España en el primer lugar, seguida de Italia y Francia, que representan el 50% del mercado global por volumen.
A continuación en la lista de diez mayores productores figuran, en orden descendente, Chile, Australia, Sudáfrica, Alemania, Estados Unidos, Portugal y Nueva Zelanda.
Por valor de esas exportaciones, Francia ocupa la primera posición, seguida de Italia, España, Australia y Chile, en un entorno en el que la demanda mundial muestra una ligera tendencia al alza.
Roca sostiene que los viticultores llevan «bastante tiempo» trabajando en acciones de mitigación, en particular en la reducción de emisiones de dióxido de carbono, en la mejor gestión del agua y en la reducción del dispendio de energía.
En materia de adaptación, una de las principales medidas tiene que ver con posibles cambios en la variedad de las uvas, ya que el cambio climático puede modificar los periodos de maduración.
Portugal y Chile han avanzado en reducir sus emisiones de CO2, España está trabajando intensamente en la gestión del agua, ya que «cada país reacciona donde más le duele» porque el cambio climático les afecta de forma diferente.
«Todos los países están afectados, algunos por el aumento de la sequía como es el caso de Sudáfrica; otros por la proliferación de los incendios, como ocurre en California», recuerda Roca, exsecretario general de la Federación Española del Vino.
Pero no para todos los efectos son negativos. A algunos países el cambio climático les está favoreciendo, pero incluso en estos casos se ven obligados a adaptarse ya que sus modelos de producción no se acomodan más al clima.
Una rápida radiografía del sector vitivinícola en España permite a Roca anticipar que el mayor estrés se sufrirá en La Mancha, donde la superficie de viñedos es mayor y la desertificación está avanzando a un ritmo alarmante, aunque también ve problemas en partes del Levante y Extremadura.
«Hay que tener medidas de gestión hídrica, de adaptación de algunas variedades a la nueva realidad y desde el punto de vista político se debe dar apoyo a los viticultores», recomienda.
El director general de la OIV cree que, pese al enorme desafío por el cambio climático, en la mayoría de países el sector está imbuido de una «sensación general de oportunidad».
Una de las razones es que Asia es un mercado de un gran potencial aún por desarrollar. Las cifras más recientes de la OIV indican que China es el quinto consumidor en términos absolutos de vino en el mundo y es, después de España, el segundo país con mayor superficie de viñedos.
Sin embargo, la producción china se centra en uvas de mesa y pasas, lo que hace que los productores de otras partes del mundo no lo consideren un competidor.
«Al revés, se le ve como un mercado de exportación. Los países con viñedo suelen ser muy buenos consumidores, pero sin viñedos suficientes para satisfacer su demanda interna», sostiene Roca.
«Fomentar el cultivo genera simpatías hacia el producto. Si son países que no conocen el viñedo, difícilmente serán consumidores», aclara.