Dakar, 22 mar (EFE) – «Sin agua no hay vida, paz y desarrollo», advierte el presidente del Consejo Mundial del Agua, el francés Loïc Fauchon, en una entrevista con Efe en Dakar, donde se celebra esta semana el noveno Foro Mundial del Agua.
Fauchon, quien ha dedicado más de treinta años a la defensa de este recurso esencial, defiende una revisión de la relación entre el campo y las ciudades y destaca la seguridad hídrica como respuesta global a los retos actuales.
El agua «está mal gestionada» en el planeta, sentencia el presidente, cuya institución -con sede en Marsella (Francia)- organiza junto a Senegal el mayor foro del mundo dedicado al preciado líquido, que tiene lugar desde este lunes hasta el próximo viernes en la capital senegalesa.
Pregunta (P): ¿Qué es lo que más le preocupa respecto al agua?
Respuesta (R): Que está mal gestionada, porque no sabemos cómo afrontar el crecimiento de las ciudades, de las megaciudades y las megalópolis, en el mundo. Es allí donde falta agua, más que en las zonas rurales, aunque no sea una regla absoluta.
Hay que revisar la relación entre lo urbano y lo rural, porque es lo rural lo que protege la naturaleza, «produce agua», entre comillas, y lo que mañana producirá los alimentos que el mundo necesitará.
Por eso hay que dejar de hablar solamente de «smart cities» (ciudades inteligentes), que está muy de moda y no quiere decir nada. Es «smart» (inteligente) la buena relación entre lo urbano y lo rural, una cuestión fundamental en el mundo para los próximos veinte años. Si no somos capaces de detener el éxodo rural en todo el mundo, nos estamos privando de la capacidad de asegurar el agua y de asegurar los alimentos.
P: Son muchos los desafíos que enfrenta el agua. ¿Cuál debería ser el prioritario?
R: Todos. Pero a todos ellos se les llama seguridad hídrica, porque para algunos será el recurso que falta, no llueve lo suficiente; para otros será la contaminación de sus ríos, que no les permite tener agua de buena calidad. Hay un todo que debe ser tratado correctamente.
P: ¿Considera usted que la población mundial está sensibilizada ante estos problemas?
R: No. Y no sólo la población, sino, sobre todo, los dirigentes. Hay otras crisis en el mundo en este momento, por supuesto, y la crisis del agua queda demasiado atrás; por lo que perdemos de vista que el agua es vida, sin agua no hay vida, sin agua no hay paz, sin agua no hay desarrollo.
Por eso queremos sacarlo de debajo de la mesa a lo más alto del montón, para que los líderes políticos lo conviertan en una prioridad, no en discursos, en acciones: aumentar el presupuesto, aprobar más leyes sobre el agua…
P: ¿Llevan los políticos sus compromisos más allá de las palabras?
R: Es como con el clima. Tras la conferencia (climática) de París (2015) pensábamos que se iba a llegar a un gran acuerdo climático, pero ahora vemos que cada uno hace según sus preocupaciones y prioridades.
P: Ante el crecimiento poblacional, ¿cómo debemos abordar la escasez de agua?
R: Se resume en dos cosas: tener más agua disponible y consumir menos y mejor. Cada uno de nosotros se ducha en lugar de bañarse, no dejar correr demasiada agua cuando lava el coche, no cultivar ciertos cultivos porque consumen demasiada agua… Es, sobre todo, el agua en la agricultura la que representa el mayor despilfarro. Y ustedes tienen muchos ejemplos en España.
Hay que actuar en dos frentes, tanto para poder desalar, reciclar las aguas residuales, transferirla de una región a otra, esto es, producir más agua. Y consumir menos, es decir, promulgar normas precisas para la agricultura, pero también para las ciudades, para cada ciudadano.
P: ¿Cuál debe ser el papel del sector privado en la gestión del agua como bien público?
R: El agua es un bien público que pertenece a la humanidad y a cada ciudadano. El recurso en sí no puede ser de propiedad privada, ya sea un ciudadano o una empresa. La gestión del agua, la forma de aportar innovación, tecnología, buena gobernanza o financiación, pueden confiarse al sector privado siempre que el sector público conserve el pleno control del bien. Pero el agua no les pertenece.
P: ¿Existe por parte de algunos actores una presión por la privatización y mercantilización del agua?
R: No existe la privatización del agua en el mundo. Privatizar significa vender los activos. Así que privatizar el agua significa vender los depósitos de agua, vender el lago, la tubería en la tierra, y eso no existe. Hubo un intento en la época de la señora (Margaret) Thatcher (primera ministra británica de 1979 a 1990) en Inglaterra que fue un fracaso lamentable. Desde entonces, toda la propiedad del agua en el mundo es pública.
P: Sí, pero ¿hay actores que quieren poner un precio al agua, como ocurre con el petróleo?
R: No. Hay un ejemplo en Australia, hay un ejemplo en Estados Unidos, eso no presenta una millonésima parte del asunto. Es más bien una cultura anglosajona de querer vender los derechos sobre el agua. No es algo que interese en el mundo. Mucho más importante es la gestión adecuada del agua, pero esta cuestión de los derechos sobre el agua es enteramente marginal.
P: Teniendo presente la importancia del agua para la vida y todos los desafíos pendientes, ¿es usted optimista o pesimista sobre el futuro?
R: Existe el pesimismo de la razón y el optimismo del corazón, como decimos en francés. Pero soy un optimista, de lo contrario no habría luchado por la causa del agua durante los últimos treinta años. En un mundo que se está desarrollando y que se beneficia de tantas innovaciones, ¿cómo podemos imaginar que puede haber gente que no tiene agua ni saneamiento mientras que tiene un ordenador, televisión, acceso a Internet, un coche? No, eso no es posible.