Madrid (28 de junio de 2021) EFE – Involucrar al sector marítimo internacional para evitar las colisiones de barcos con ballenas es el objetivo de la «whale-safe», una certificación de seguridad creada para reducir la «masacre silenciosa» de los casi 20,000 ejemplares que, según algunas estimaciones, mueren embestidos cada año.
Al día de hoy la industria ballenera mata «unas mil ballenas al año con fines comerciales», por lo que las colisiones entre cetáceos y barcos han pasado a ser «la principal amenaza», explica a Efe Paolo Bray, director de la Organización Mundial de Sostenibilidad y del programa de certificación Friend of the Sea (Amigo del Mar).
Las compañías navieras que quieran obtener este sello «deberán comprometerse a tener a bordo un programa de observación de mamíferos marinos a tiempo completo en todos los buques», un sistema de cámaras de infrarrojos que cubrirá constantemente el área frente a los barcos, «120 grados como mínimo, incluso de noche».
Las embarcaciones también «dispondrán de un procedimiento para reaccionar y evitar a los mamíferos marinos cercanos», y compartirán sus observaciones de ballenas en tiempo real a través de una plataforma en línea «a disposición de todos los barcos de la zona y con fines estadísticos».
La certificación «whale-safe», creada el pasado abril, está disponible para navíos de cualquier tamaño, además de líneas de carga y cruceros, compañías pesqueras, transbordadores, operadores de observación de ballenas, ejército y agencias nacionales.
«Esperamos que la certificación sea un aliciente para sumarse al programa», indica Bray, ya que además de ser «una distinción» para las empresas, constituye «una demostración de sus esfuerzos por proteger a las ballenas, ante los consumidores y el resto de compañías del sector».
POBLACIONES EN PELIGRO
Según el director, el volumen de la industria naviera mundial se duplica cada diez años y la velocidad media de los buques modernos ha aumentado, lo que incrementa los impactos letales sobre los cetáceos.
Además, las tripulaciones «a menudo no se dan cuenta de que se ha producido una colisión», por lo que la mayoría de las ballenas que mueren se hunde en el fondo del mar «y sólo un 10 por ciento de ejemplares quedan varados en la costa» y pueden ser atendidos.
Las cerca de 20,000 ballenas que se cree mueren cada año por estos choques representarían aproximadamente el 1 por ciento del número total de animales estimados de esta familia biológica en los océanos del planeta.
Sin embargo, «algunas especies como la ballena azul están formadas por sólo unos pocos de miles de ejemplares», por lo que este problema «podría llevarlas a la extinción», asegura Bray.
La Comisión Ballenera Internacional se encarga de evaluar el estado de los cetáceos por poblaciones, por lo que, dentro de una especie, puede haber unas a punto de desaparecer en determinadas áreas geográficas aunque otras estén prosperando en una región diferente.
Evaluar el estado de una población de ballenas «no es sencillo», según este especialista, puesto que «pasan la mayor parte del tiempo bajo el agua, algunas poblaciones habitan en las regiones más remotas o no hay datos históricos disponibles».
Por ello, de la veintena de poblaciones localizadas, seis están sanas, tres son vulnerables, cuatro se hallan en peligro de extinción, dos en peligro crítico de extinción y de siete más no hay datos suficientes.