Berlín, 30 de diciembre de 2021 (EFE) – Alemania desconecta este viernes tres centrales nucleares, con lo que quedarán solo otras tres en funcionamiento, que deberán salir de la red dentro de un año y así culminará el plan de abandono de la energía atómica en la primera potencia económica del continente.
Las centrales de Brockdorf, Emsland y Gröhnde, las tres en el norte de Alemania, dejarán de funcionar el último día de 2021 y a finales de 2022 correrán la misma suerte las de Neckarshaim 2, Isar 2 y Gundremingen C, en el sur, con lo que Alemania se convertirá en un país sin energía atómica.
El apagón atómico se hace en medio de un consenso generalizado -la única agrupación representada en el Bundestag que se opone abiertamente es la ultraderechista AfD- pero el camino hacia él, que se inició en 1998, estuvo marcado por duras controversias políticas.
Hasta 2011 hubo una línea divisoria clara en el debate. De un lado estaban el Partido Socialdemócrata (SPD) y Los Verdes que rechazaban la energía nuclear y del otro la Unión Cristianodemócrata (CDU) y el Partido Liberal (FDP) que la defendían como parte imprescindible de la matriz energética.
El SPD había sido, hasta la década de los 80, también partidario de la energía atómica pero luego, con el aumento de la protesta antinuclear marcada por la catástrofe de Chernobil en 1986, había dado un giro.
Cuando en 1998 el socialdemócrata Gerhard Schröder fue elegido canciller al frente de una coalición rojiverde, uno de los puntos del programa de Gobierno era la creación de un plan para el abandono de la energía nuclear.
El abandono no podía ser inmediato, como lo querían los más radicales entre Los Verdes, debido a la necesidad de garantizar el suministro energético.
Schröder también se impuso que no fuera una decisión unilateral del Gobierno sino que se diseñase un plan en consenso con los consorcios energéticos a lo que se llegó en el año 2000.
Ese consenso fue la base de la ley que se aprobó después, en 2001, y que contemplaba que toda central debía desconectarse después de 32 años de funcionamiento.
En 2002, un año después de la ley, la energía atómica representaba un 30% de la matriz energética en Alemania. El carbón representaba el 52% y las energías renovables un 8 por ciento.
Actualmente las renovables se aproximan al 50% de la matriz energética, mientras que la energía atómica solo representa el 12.5%.
Sin embargo, la alta presencia del carbón en la matriz energética, un 31.9% en el tercer trimestre, sigue siendo un lunar del paulatino apagón atómico debido a las consecuencias negativas para la lucha contra el cambio climático.
El ministro de Economía y Energía, el verde Robert Habeck, ha salido al paso de quienes consideran que por ello se debe revisar la postura ante la energía atómica.
«Si hay algún político que quiera volver a la energía atómica entonces tiene que decir también en qué lugar de su circunscripción quiere un depósito de desechos atómicos», dijo en una entrevista reciente con el seminario «Die Zeit».
El rechazo a los almacenes de residuos fue uno de los catalizadores de la protesta antinuclear y el consenso de 2000 fue con los consorcios, que lo habían aceptado a regañadientes, y todavía no había consenso político.
Desde la oposición la CDU/CSU y el FDP seguían defendiendo la energía atómica. En 2010, durante el segundo Gobierno de Angela Merkel en coalición con el FDP -el primero había sido de gran coalición con el SPD y el llamado consenso atómico no se tocó- se aprobó una ley que prolongaba la vida de las centrales nucleares entre ocho y catorce años.
La vigencia de esa ley no duró mucho ya que en 2011, bajo el impacto de la catástrofe de Fukushima, Merkel cambió de postura en lo referente a la energía atómica y apostó por volver, con algunos matices, al plan de apagón de la coalición rojiverde.
Eso implicó la desconexión inmediata de 7 reactores y que otro, que estaba fuera de la red por razones técnicas, no volviera a conectarse.
A partir de ese momento, el apagón nuclear empezó a parecer irreversible. El reto ahora es acelerar el crecimiento de las renovables puesto que el abandono del carbón también está en la agenda.