Por Luis Miguel Pascual
París, 24 mar (EFE) – Cuarenta y tres años después de la muerte de René Goscinny, el irreductible Astérix quedó este martes huérfano con la desaparición a los 92 años de su segundo padre, Albert Uderzo, cúspide de un imperio labrado gracias al antihéroe galo.
Murió rodeado de su familia, tranquilo, en la casa en la que estuvo postrado por la enfermedad en los últimos años en Neuilly, una de las ciudades más ricas que rodean a la capital francesa, en contraste con Bobigny, en pleno cinturón popular de París, donde también había vivido y creó a Astérix en 1959.
Una crisis cardiaca, sin relación con el coronavirus que atormenta estos días al mundo, se llevó por delante al que muchos consideran el último exponente de la vieja escuela de dibujar personajes, un artesano del cómic que desde 2011 se había visto obligado a ceder el testigo por una recurrente tendinitis.
LA SAGA CONTINÚA
Porque Uderzo siempre se negó a que Astérix acabara con sus creadores y lo demostró cuando se quedó solo alimentando el mito durante más de cuatro décadas. Se encargó de que la saga continuara también sin él, de la mano del dibujante Didier Conrad y del guionista Jean-Yves Ferri, que ya han firmado cuatro álbumes.
Los cuatro bajo la supervisión del padre de la criatura y el último se publicó en 2019, «La hija de Vercingétorix», 60 años después de su nacimiento. Fue la entrega número 38 de una saga de la que se han vendido 380 millones de ejemplares y se ha traducido a 111 lenguas.
Eso sin contar la decena de películas, reales y de dibujos animados, los productos derivados y el parque de atracciones que siguieron la estela y encumbraron a sus creadores, de nuevo reunidos ahora en el Olimpo de los dibujantes.
Pese a que sus apariciones públicas se contaban con los dedos de la mano, el rostro de Uderzo era conocido y Francia, que venera a su personaje, ha sentido la pérdida de una figura respetada.
HOMENAJE DEL PAÍS
«Encontró la receta de la pócima mágica: un espíritu divertido, una pincelada insuperable, una complicidad imbatible con Goscinny y horas de trabajo», resumió en Twitter el ministro de Cultura, Frank Riester, que alabó que aceptara «que sus héroes le sobrevivieran para alegría de su público».
Otros responsables políticos, de todos los colores y partidos, pero también de la cultura y de la sociedad, prodigaron sus homenajes a un hombre al que, durante años, la profesión trató con desdén y al que ahora reconocen como un genio.
Muestra de que a través de Astérix, Uderzo supo llegar a un país que se veía reflejado en las aventuras del menudo galo, convertido en fenómeno internacional, pero siempre con un pie en la aldea que resistía los envites de Roma.
Desde el año 50 antes de Cristo, el guerrero de casco de alas supo ir repasando los cambios de la sociedad, con un creciente éxito entre el público que nunca le dio la espalda.
Hijo de inmigrantes italianos, se asoció con Goscinny, judío originario de Europa del Este, para crear el más francés de los personajes del tebeo, una obra en la que acabó poniendo toda su alma.
DIBUJANTE PESE A TODO
Uderzo reconocía que nada en su vida le predisponía a dedicarse al oficio que le ha valido la posteridad. Daltónico, nació con seis dedos en cada mano y peleó contra todos los que se burlaban de su origen italiano.
Tenía -decía él mismo- manos grandes «de carnicero» más que de ilustrador. Pero a todo ello se sobrepuso, como a la mirada altiva de quienes le menospreciaban por considerarle poco más que un subalterno de Goscinny, en una profesión que le negó el reconocimiento.
El Festival de Angulema, lugar de culto para el cómic europeo y mundial, nunca premió su talento, pero hoy le despidió en un comunicado como «uno de los más impresionantes, si no el más impresionante, dibujante del tebeo francés».
«Uderzo era capaz de mezclar en una misma imagen un montón de registros de rasgos diferentes sin crear disonancias. Caricaturas de nariz grande (Astérix) y realismo (César) coexistían en perfecta armonía en Astérix aunque nadie reparaba en la diferencia», destacó el festival.
El autor también tuvo sus discrepancias con un mundo editorial que trató de maniatarle y que le llevó a crear su propia empresa. Y a una disputa familiar que le mantuvo alejado unos años de su hija Sylvie, antes de la reconciliación en 2014.
Admirador de Disney, de los «ferraris» y del mundo del motor, Uderzo se apagó mientras el mundo recordaba estos días que, fruto del azar, uno de los personajes de su «Astérix en Italia» aparecido en 2017, se llamaba, precisamente, «Coronavirus».