Por David Villafranca
Agencia EFE
Nueva York, 12 may (EFE).- Las autopistas del cine llevan al éxito en Hollywood, a la fama ante los fotógrafos y a la alfombra roja de los Óscar. Pero en las carreteras secundarias de la gran pantalla, la de las cintas con escasísimo presupuesto pero repletas de ingenio, Roger Corman fue un auténtico dios.
Terror, ciencia-ficción, monstruos, cine de explotación, acción disparatada, comedia involuntaria… Corman fue un genio polifacético (director, productor, actor, guionista y lo que hiciera falta) y asombrosamente prolífico (sus películas se cuentan por cientos) que llegó a ser encumbrado como «el Papa del cine pop» o «el rey de la serie B».
Menospreciado por la historia canónica del cine, Corman fue, sin embargo, un padrino más que generoso de incontables talentos.
Estrellas como Jack Nicholson, Martin Scorsese, Francis Ford Coppola, Robert de Niro, James Cameron, Peter Bogdanovich, Jonathan Demme, Peter Fonda, Ron Howard, Bruce Dern o Dennis Hopper le deben sus primeros pasos profesionales a este artista que desprendía, al contrario que sus películas, un aire de elegancia y de extrema amabilidad.
«La diferencia entre la imagen que presentas al mundo y lo que hay en tu subconsciente es significativa», dijo en el documental «Corman’s World: Exploits of a Hollywood Rebel» (2011).
«Me han dicho que mi imagen es la de una especie de tipo normal y convencional. Pero claramente, mi subconsciente es algo así como un infierno en ebullición», bromeó.
Aunque el cine fue su pasión desde niño, Corman (Detroit, EE.UU., 1926) flirteó de joven con otros rumbos profesionales: estudió ingeniería en Stanford, pero rápidamente se dio cuenta de que no era lo suyo.
Tampoco le fue bien en su primera experiencia en el cine, ya que en el estudio 20th Century Fox, primero como mensajero y después evaluando guiones, no encontró su lugar.
En la década de los 50 dio con la tecla de la mano de American International Pictures: cine independiente hecho en la más absoluta precariedad, con cero vergüenzas e infinita pasión.
Con rodajes de un puñado de días y que aprovechaban hasta el último centavo, la mente autodidacta de Corman comenzó a brillar con cintas como «Monster from the Ocean Floor» (1954), «The Fast and the Furious» (1954) o «The Little Shop of Horrors» (1960).
No disponía de los medios de los grandes estudios, pero su mirada artesanal, desvergonzada, tiernamente cutre y totalmente rendida al entretenimiento encontró todo un filón en unos jóvenes estadounidense de la posguerra que buscaban en las salas y autocines una experiencia salvaje y transgresora no apta para sus padres.
«De algún modo, es como si sus películas se hubieran hecho en la esquina de tu barrio. No cargaban con el peso de lidiar con el ‘arte’ en mayúsculas. Pero eran arte de otro modo», argumentó Scorsese en «Corman’s World».
En los años 60 presentó su famosa serie de películas sobre Edgar Allan Poe, como «House of Usher» (1960) o «Pit and the Pendulum» (1961), que, con el protagonismo de Vincent Price, le coronaron como maestro del terror.
«Un niño tiene miedo al trueno, al rayo y al monstruo debajo de la cama. Sus padres le dicen que no hay nada de qué preocuparse, pero él sabe que hay muchas cosas de las que preocuparse», ironizó Corman en un debate en Los Ángeles (EE.UU.) en 2019 junto al director argentino Andy Muschietti («It», 2017).
«Una de las tareas de trabajar con el terror es atravesar nuestra conciencia, que siente que no hay nada de lo que preocuparse, y llegar al recuerdo infantil», apuntó.
En una obra tan vasta como la suya hay títulos con ADN de lo más diverso: la ambiciosa reflexión racial de «The Intruder» (1962), la rebelde «The Wild Angels» (1966) o la lisérgica «The Trip» (1967).
Por el camino, Corman dio sus primeras oportunidades a futuras leyendas: Martin Scorsese filmó para él «Boxcar Bertha» (1972), Jack Nicholson debutó en el cine de su mano con «The Cry Baby Killer» (1958), Robert de Niro le debe uno de sus primeros papeles con «Bloody Mama» (1970), Francis Ford Coppola hizo con él su ópera prima con «Battle Beyond the Sun» (1962), etc.
Títulos como «Death Race 2000» (1975) o «Grand Theft Auto» (1977), ya tras fundar su compañía New World Pictures, agrandaron la figura de un creador que se mantuvo trabajando hasta el final de su vida.
Y también destacó por ser un gran distribuidor, aunque quien no conozca su biografía, siempre llena de sorpresas, se extrañará al saber que fue una persona clave para que llegaran a Estados Unidos cintas de autores muy reverenciados de Europa como Ingmar Bergman, Federico Fellini o Michelangelo Antonioni.
Tras décadas como una estrella de culto en los márgenes del séptimo arte, en 2009 recibió el Óscar honorífico, un momento en el que el cine se pudo redimir ante una figura única, tal y como lo resumió Tarantino aquel día.
«La Academia te da las gracias, Hollywood te da las gracias, los cineastas independientes te dan las gracias -dijo. Pero lo más importante: por todas los momentos salvajes, extraños, guays y locos que pusiste en los autocines, los amantes del cine del planeta Tierra te dan las gracias».
Tras su fallecimiento a los 98 años el jueves 9 de mayo de 2024, su familia lo recordó como un revolucionario del cine, además de un hombre generoso, y llegaron los homenajes de grandes figuras.
Entre otros, el director español JA Bayona aseguró que «no existiría el cine tal y como lo entendemos sin alguien como Roger Corman», mientras que Gale Ann Hurd, productora de «Terminator», lo describió como un «visionario».