Por Sandra D. Rodríguez Cotto
San Juan, 22 de noviembre de 2021 – Es uno de los principales artistas plásticos en el arte contemporáneo en todo el planeta, considerado quizás el más importante en el arte moderno, pero con una sencillez y cercanía pasmosa, le enseñó estudiantes universitarios cómo fue que logró crear obras que lo situaron en la cima. Esta semana, el destacado pintor puertorriqueño Ángel Otero, les habló a los que sueñan con seguir sus pasos, sobre cómo logró entender la necesidad del diálogo en el mundo de la abstracción que es el arte moderno.
Fue un evento importante, que pasó inadvertido en la prensa de este país. Otero ha logrado lo que cientos de artistas sueñan. Sus obras son parte de la colección permanente del Museo Guggenheim de Nueva York, que alberga a otras grandes figuras como Jeff Koons, Vasily Kandinsky, Paul Cézanne y Jackson Pollock. Su trabajo también forma parte del Kemper Museum of Contemporary Art en Missouri junto a piezas de Lichtenstein, Botero, Christo, entre otros.
Este puertorriqueño gigante en el arte moderno internacional fue invitado esta semana por otra artista plástica, la también profesora Maribel Canales Rosario, a presentarle a los estudiantes de pintura de la Escuela de Artes Plásticas y Diseño en San Juan. Les habló de su obra, los materiales y técnicas que utiliza que lo han catapultado a los escenarios con los que sueñan todos los artistas.
Otero ofreció una charla junto al afamado galerista, también puertorriqueño Walter Otero. Artista y galerista comparten el mismo apellido, y uno representa al otro, pero no son familia. Sí son boricuas que están poniendo el alto el nombre y el arte de puertorriqueño en todo el mundo. Las obras de Ángel Otero se abren paso y se cotizan cada día más altas en Estados Unidos, Europa y ahora en el mercado asiático, mientras que Walter Otero sigue cosechando éxitos para los artistas que representa.
Pero para los estudiantes universitarios que aspiran a ser exitosos, escuchar cómo fue que Ángel Otero logró despuntar fue un regalo que marcará sus vidas, como comentaron varios al salir del anfiteatro de la escuela sanjuanera.
“Aprendí que lo importante es lograr un diálogo en la abstracción. Eso es arte”, señaló. Su obra se caracteriza por intentar recuperar la memoria histórica y personal, y este discurso estético lo amplió durante los meses de encierro durante la pandemia.
“Acababa de comprar una iglesia en Nueva York. Es un edificio que había sido una iglesia construida en el 1867, y lo compré para que fuera mi estudio un mes antes de que empezara la pandemia. Entonces todo cerró por el coronavirus. Fue fuerte, pero el encierro me ayudó a replantearme la necesidad de ese diálogo en el arte”, puntualizó.
Nacido y criado en Bayamón, Otero obtuvo una beca en el School of the Art Institute en Chicago de donde se graduó de bachillerato y maestría. De ahí se catapultó a Nueva York.
“Me tomó tiempo caer en lo que yo de verdad quería experimentar con mi obra”, admitió sinceramente ante los jóvenes universitarios. “Me confronté con una gran ignorancia sobre el arte contemporáneo. Yo me quedé atrasado en lo que era el arte contemporáneo y los artistas de las décadas del 50 y 60. Lo que era Jackson Pollock, Mitchel, Picasso. Dentro de esa ignorancia empecé a investigar quienes eran los artistas que estaban activos en conversaciones en la escuela y era otra cosa”.
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Intentó reflejar esos movimientos en su obra, que era abstracta y elegante, de mucho color y gestos, hasta que un profesor lo aterrizó, ante la dura realidad de la crítica.
“Un profesor empieza a decir que mi obra era como unas vacaciones. Que se podía vender en dos segundos. Yo pensé al principio que esta persona hablando positivo de mi obra, pero luego me doy cuenta de que me está relajando. Al final, le dije: “profesor me siento incómodo. ¿Usted me quiere decir algo más de mi obra?”. Y él me dijo: “Te soy sincero, la obra no tiene ningún problema. Para mí, una obra que no tenga algún tipo de problema, que no produce ese tipo de diálogo, es aburrida. La vas a vender, si es lo que quieres. La obra es linda, llamativa, y tengo el presentimiento de que tú sabes que puedes hacer una obra bonita”, narró el artista.
Fue ese reto que le lanzó el profesor de arte que lo motivó a hacer algo distinto. “Eso creó en mi un tipo de análisis en donde quise ponerme en una posición incómoda. Decidí autoexplorarme, auto-entenderme. Lo primero que decidí fue pintar figurativo. En ese momento me doy cuenta de que hay dos factores importantes al crear una obra. Está el contenido y está la forma”, explicó.
Su contenido eran las memorias de la casa de su abuela en Bayamón, así que trató de pintar los objetos. Lo distinto e innovador fue la forma. Más allá de pintar con pincel y brochas, necesitaba crear ese diálogo con el espectador o consigo mismo.
“Empecé a hacer el dibujo y empecé a pintar la tela con exploración”, dijo, y recordó que usó distintas técnicas como collage, dibujo y las texturas las logró buscando materiales en su estudio para hacer una composición distinta. Recortó pedazos de pinturas viejas que tenía y no le gustaban, y las puso como si fueran losetas del piso. Lo mezcló con una pintura de un bizcocho en el piso, debajo de una mesa a la que le pintó un mantel a cuadros. Entonces comenzó la técnica por la cual le conocen ahora en el mundo del arte: la mezcla de óleos secos.
“Cogí las pinturas secas que tenía en la paleta. Todo el óleo seco, el de canvas anteriores, y lo usé como collage para crear ese efecto de tridimensionalidad. A mí siempre la pintura me llamó la atención desde un punto de vista escultórico. Por eso Arnaldo Roche me fascinaba. Eso fue lo que me logró encontrar el diálogo entre el objeto y un tema que era difícil de explicar y verbalizar por ser algo tan personal. Logré la conversación viniendo de la abstracción”, expresó el artista.
Esa obra quedó plasmada en la obra “Exquisite” del 2009. Es la misma que emplea en las obras que desarrolló en el encierro durante la pandemia y la misma evolución que lo posiciona ahora en el mercado asiático.
El trabajo de Otero se ha convertido en un tema relevante porque busca un replanteamiento permanente del arte. Su obra se caracteriza por la recuperación de la memoria histórica y artística. Es ese discurso estético lo que debe definir qué es la pintura. Toma como punto de partida imágenes de su memoria personal.
“El arte, aunque sea moderno y aunque sea una abstracción, tiene que mover al diálogo”, señaló el artista.