Por Héctor Luis Coca Soto
Psicólogo licenciado
El joven tenía 16 años y fue internado en una institución residencial en la que vivió temporalmente, debido a que padecía un severo problema de manejo de coraje y de una conducta desafiante contra la autoridad.
Además presentó problemas de rendimiento académico y con el tiempo, se convirtió en un grave riesgo para la seguridad de sus compañeros en la institución.
Tenía dificultades para mantener la atención y había sido un niño hiperactivo. Sus padres eran ambos profesionales, no era un joven que venía de “padres divorciados”, un escenario familiar que con gran frecuencia se identifica erróneamente como la causa de problemas en los menores de edad.
Una vez en el tratamiento interno, este joven pasa por un plan de modificación de conducta, se le trata con respeto, pero no se le permite que imponga su voluntad. Requirió inclusive en varias ocasiones que se le restringe por pies y manos para ayudarlo a controlar episodios de coraje severos que resultaron en la destrucción de equipo y en el intento de agredir al personal de la institución y de otros pacientes.
Luego de algún tiempo, este joven llegó a la posición más alta de jerarquía en la unidad, obteniendo privilegios que solo se le permitían a jóvenes en este nivel óptimo de funcionamiento.
Sus padres venían a terapia de familia. La madre era la chistosa que aliviaba la tensión entre padre e hijo. Su padre solo respondía que era él quien tenía la autoridad para mandar y “se acabó”.
Antes de salir de alta, luego de meses en tratamiento, se le permitió un pase de navidad por una semana con su familia. Al regresar, su coraje y conducta fueron tan agresivos que tuvo que ser aislado y enviado a una institución en Estados Unidos. No volví a ver a este joven.
Quince años después se me acerca un hombre con barba larga, extremadamente delgado, desaliñado y vestido con ropajes sucios. Pedía dinero. Al reconocermeme pregunta de inmediato: “tú eres Héctor Coca verdad”.
Lo reconocí rápidamente al ver sus ojos y lo saludé por su nombre. Luego de hablar brevemente, le pregunté por su tratamiento. Tras la pregunta se despidió y disimuladamente se alejó.
En otros tiempos, en los que se desconocían muchos aspectos de la conducta humana, se atribuían estos comportamientos a una “maldad” injustificada, a “charlatanería” o sencillamente que los adolescentes y niños eran personas pequeñas y dañadas que molestaban a los adultos.
Hoy día se sabe que la razón por la que los menores presentan problemas con la disciplina principalmente surge de un manejo del hogar que solo estando adentro, viviendo en ese sistema familiar, podremos ver la dinámica real de sus integrantes.
Aún la familia cercana en ocasiones no tiene idea de lo que sucede. Surge de la investigación que la conducta desafiante está relacionada a trastornos de salud mental así como dificultades en el aprendizaje no atendidos adecuadamente. (Kazdin, Weisz, Hibbs, Jensen son algunos autores recomendados para más información. En Puerto Rico buscar a Bernard y Roselló)
Se atribuye también a métodos disciplinarios no adecuados y justificados culturalmente, como aquel que reclama las virtudes de golpear a un niño “a tiempo”.
La conducta desafiante puede obedecer a la experiencia vivida por niños y jóvenes que se ven atrapados entre los conflictos de sus padres, especialmente en casos de custodia, o peor aún, que son utilizados para lograr los intereses de los adultos en la familia, como por ejemplo, menores que son usados como mensajeros entre padres que no desean hablarse.
También se asocia este comportamiento con permitir que el menor asuma un rol ejecutivo en el hogar o en otras palabras que “mande”, pues en realidad los menores no pueden mandar, ellos necesitan ser guiados. Por último hay que mencionar que en ocasiones alguno de sus padres también tiene problemas con la autoridad y dificultades significativas en sus destrezas de interacción con otros, así como en la comunicación.
La mejoría en estos casos es lenta y requiere de habilitar la familia de igual forma que al menor, pero es posible con consistencia. Recuerda: los menores portan los síntomas de su hogar.
El autor es Psicólogo Licenciado con oficina en la Marginal Acuarela C-9 en Guaynabo. Teléfonos (787) 430-9933 o (787) 410-2894