Reflexiones tras el desenlace electoral: una crítica a los factores que moldearon el resultado
Por Wilda Rodríguez
Periodista
De entrada, admito que medí mal la ignorancia y la sujeción al miedo de la mayoría de nuestro electorado. Algo tan básico en la política de todos los tiempos, lo puse en segundo lugar. No obtuve el resultado que esperaba.
Probablemente es la edad, esa en la que empezamos a “bajarle dos a todo” para ser más benévolos. Le bajé dos al análisis sin piedad de una sociedad estropeada por su historia política.
Aun así, creo que ese no fue el único factor para el triunfo del PNP en los comicios. No descarto el control estricto del sistema electoral que asumió el PNP en el 2020 sobre la Comisión Estatal de Elecciones, lo cual le permitió hacer arreglos a su favor, uno a la vez. Poco a poco.
También admito que me ilusioné como ciudadana, y no me arrepiento de haberme ilusionado. Me hace feliz haber sentido y transmitido una ilusión que no nos falló del todo. El 5 de noviembre no ganó el cambio, pero empezó.
Permítanme ofrecer un panorama de lo que creo que pasó. Sé que voy a levantar ronchas, pero lo estimo necesario por respeto a los miles de puertorriqueños que fueron ilusionados a las urnas y se sienten frustrados.
El resultado de las elecciones del 2024 tiene cinco razones principales:
- La hegemonía del Partido Nuevo Progresista. Sigue siendo el más numeroso, el más poderoso, el de más dinero y el más agresivo. Supo usar todas sus ventajas en la campaña y se la jugó bien.
- El fraude sistemático en la Comisión Estatal de Elecciones. No tuvo que haber un fraude masivo el día de las elecciones. El fraude se comenzó a fraguar poco a poco desde el 2020, cuando impusieron un nuevo Código Electoral que se los permitió. Al 5 de noviembre, todo transcurrió como lo planificaron sistemáticamente.
- La mezquindad política del Partido Popular Democrático. Prefirió que perdiera el país a promover el voto útil que derrotara al PNP.
- El fracaso del Proyecto Dignidad. No logró convencer que se trataba de una derecha conservadora estable y acabó re-nutriendo al PNP.
- La temeridad e impericia del Movimiento Victoria Ciudadana como partido político. Fue petulante en el manejo de asuntos que provocaron situaciones y atrasos a la Alianza.
Abundemos.
La seguridad con la que Jennifer González metió embustes a diestra y siniestra, mantuvo su apoyo a Trump y se burló de la oposición, estaba muy bien fundada. Tenía el control de la CEE y la judicatura, millones de dólares para invertir y había cerrado el puño como mallete de su colectividad sin miramientos.
No se puede desestimar su aprendizaje político electoral dentro de un partido de animales políticos electorales. Tampoco una estrategia enfocada en las poblaciones más vulnerables y dependientes de las ayudas del gobierno capitalista. Sabiendo que las ciudades metropolitanas eran más difíciles de intimidar y manipular, se tiró una campaña populista jalda arriba. Usó el miedo magistralmente, pasó de agresora a víctima a voluntad y otra vez a agresora, y chilló gomas.
Mientras tanto, el plan de fraude progresivo en la CEE comenzó a dar sus frutos. Nada tomaría a nadie por sorpresa porque todo estaba ya dicho y justificado. No se ocuparon en fraguar un fraude de cantazo para el 5 de noviembre. Lo hicieron a fuego lento. Con naturalidad. Cuando necesitaron apoyo judicial lo pedían y lo tenían.
El libreto estaba hecho desde que en el 2020 se percataron de que el bipartidismo estaría en peligro. Pusieron la mira en destruir al responsable más frágil de esa debacle y le cavaron la tumba al MVC. Mantuvieron también al PPD bailando en la punta de los pies en la CEE. Algunos se percataron al fin de que en la jauja política no hay amigos.
En fin, que se vio venir a Jennifer González como un barreminas y todavía se confiaba en detenerla. No fue así.
Entonces, una vez más tuvieron la ayuda del PPD. La mezquindad y la soberbia pesaron más en el liderato Popular. El PPD pudo pagar el favor que por años le hicieron muchos independentistas que aguantaron el mote de “melones”. Jesús Manuel Ortiz nunca tuvo oportunidad y lo sabían. Pablo José Hernández sí y también lo sabían. Lo políticamente sabio era colaborar con la Alianza para derrotar al PNP. No lo hicieron por egoísmo. Nunca llegarán a tener la gallardía de los melones.
Ahora dicen que no le iban a dar el voto a los independentistas que los insultaban y se burlaban de ellos. Los independentistas echaron a un lado mucho más que insultos callejeros: la tortura, el asesinato y hasta la ley de la mordaza, por el convencimiento de que un voto útil podría ayudar al país. A veces lo hizo, como cuando el tema de la pobreza volvió a destaparse bajo la administración de Sila María Calderón.
Estemos claros: no es cierto que los independentistas votaran por el PPD por considerarlo su casa grande. Lo hicieron para detener o al menos retener al PNP. Nunca se consideraron Populares ni soberanistas de la pava.
Alejandro García Padilla tuvo los bemoles de reconocer públicamente que los necesitaba para ganar las elecciones del 2012. No los tuvo para pedirle a su partido que devolviera el favor. No lo hicieron tampoco Sila María Calderón, Aníbal Acevedo Vilá, Eduardo Bhatia y otros muchos que se beneficiaron de la colaboración y el voto de independentistas que ponían su país antes que su ideología para detener el avance del neoliberalismo, el saqueo y la dictadura del PNP.
¿Creen que Pablo José Hernández ganó con el voto popular solamente? No, y lo saben. Se habría hundido con Jesús Manuel Ortiz si no opta por salirse de debajo de la nube negra sobre la cabeza de Ortiz y correr solo.
El PPD es el mayor culpable de servirle la mesa al banquete total del PNP que le ofrece el control sobre los tres poderes de gobierno y los nombramientos de funcionarios a términos de diez años. Eso se lo debe este pueblo al PPD. No es que les falte disciplina, como sugiere Toñito Cruz. Es que les sobra arrogancia y mala fe.
Por su parte, el Proyecto Dignidad resultó un fiasco. ¿O fue premeditado? Digamos que fracasó por una confusión de espíritu que ni ellos entienden. Ser extrema derecha requiere un credo claro y consistente en los temas económicos y morales. Los candidatos no parecían tener el mismo libreto. No pudieron o no quisieron explicarse bien.
Aunque era sospechosa la flojedad de su campaña, se suponía que estaba siendo sustituida por el sermón en los templos. ¿Se dejó caer o verdaderamente tropezó y se escocotó el PD? Cualquiera de ambas es posible y el resultado es el mismo: los votos de la ultraderecha conservadora se ampararon de nuevo en el PNP.
En Victoria Ciudadana, por su parte, se cometieron errores que hicieron daño. Empecemos diciendo que el MVC no se sacrificó por el PIP para hacer Alianza. No tenía alternativa después de tanta torpeza para probar que no era la sombra de Alexandra Lúgaro. Juan Dalmau fue la estrella que lo alumbró esta vez.
Cierto que la Alianza fue un esfuerzo conjunto en el que el MVI fue crucial. Pero no habría llegado a donde llegó sin Juan Dalmau, aunque me incomode decirlo desde mi oposición férrea al caudillismo. Manuel Natal no fue nunca Lúgaro y no tenía que serlo; pero así se vio.
El MVI desarrolló una arrogancia impertinente para probar que no necesitaba a Lúgaro y mucho menos a los soberanistas exiliados del PPD, incluyendo a Carmen Yulín Cruz.
El menosprecio —y desprecio— a la inclusión de ambas en la Alianza fue error del MVI y también del PIP. En política, sumar es el arte de construir mayorías electorales, no ideológicas ni personalistas. La Alianza fue hermosa, pero le faltó inclusión. Los odiantes del MVI alcanzaron niveles increíbles en su desprecio a Cruz y su desdén a Lúgaro. Las redes sociales fueron su válvula de escape. El PIP lo disimuló mejor, pero no dejó de notarse. Dejaron que los odiantes hicieran el trabajo. No tenían que llegar como líderes. Bastaba que se tomaran un café en el comité.
Otra cosa, Manuel Natal se retrasó en llegar a la campaña por San Juan con un equipo de ensueño que no se merecía la derrota.
En el acuerdo de la Alianza, San Juan era suficiente para un MVI que ya mostraba señales de debilidad propia. El PIP debió tener dos candidatos a cada cámara legislativa en lugar de cederle el lugar a un movimiento que no tenía un pegamento real y actuaba siempre confundiendo la valentía con temeridad.
El MVI perdió sus batallas en la CEE por creerse más habilidosos e inteligentes para evadir las reglas del juego. Se enredó en sus propios pies y hubo quien pretendió echarle la culpa de sus desgracias al PIP. Entonces vino la nominación directa de candidatos que compitieron con la Alianza, por más que trataran de ocultarlo.
Ana Irma Rivera Lassen fue muy generosa al aceptar la candidatura a Comisionada Residente en Alianza con el PIP y dejar a un lado una carrera legislativa casi segura. Su bajo perfil y personalidad austera no le dieron nunca una oportunidad real. Se entregó de lleno a ser la pareja política de Juan Dalmau y a aprender de un mundo bizarro para ella. Aprendió rápido y echó el resto.
Fuimos muchos los que observamos en silencio para no hacerle daño a las posibilidades de un cambio político para Puerto Rico. Pero lo vimos todo.
Finalmente, una estrategia brillante y disciplinada del PIP mantuvo el timón. Lo vi desde las gradas con mucha satisfacción. No fue suficiente, pero no por falta de una gran estrategia. Apecharon hasta el golpe que le propinó el destino a la familia de Juan Dalmau. Se mantuvieron enfocados y firmes ante muchos que lógicamente querían ayudar en la estrategia para el momento.
Mantuvieron también tapada una olla de grillos de un sector del PIP que nunca se convenció de los dones de la Alianza. Su intención fue siempre el voto íntegro.
Para ellos, nunca fue chiste lo de “la independencia primero”. Me quito la gorra ante Rubén Berrios que aceptó ideas y caminos que sé le fueron difíciles de caminar. Verlo en el cierre de campaña entre el perreo y el puñeta fue conmovedor. Pero los tradicionalistas e ideólogos viejos del partido hicieron lo que querían hacer: darle su voto íntegro al PIP.
Continuaremos.