Por Wilda Rodríguez
Periodista
Lo que van a leer a continuación es pura parodia basada en momentos reales de la vista preliminar en el Tribunal de Ponce contra el exalcalde Luis Irizarry Pabón por cargos de violación a la Ley de Ética Gubernamental y enriquecimiento injustificado.
No pude resistir la memoria a los episodios del viejo programa radial La Tremenda Corte y su personaje Tres Patines.
— Buenos días, testigo. Le pregunto, ¿conoce usted al imputado?
— ¿Emputado quiere decir acusado?
— Imputado, testigo, con i. Sí, es sinónimo de acusado. Le pregunto si conoce usted al imputado.
— Bueno, yo creía que lo conocía pero ahora no estoy seguro porque el que yo conocía no era tan mezquino, cobarde, ladrón, embustero, tirano y malandrín. Que lo sepa su señoría: el imputado es más culpable que todos los fariseos que sacó Cristo del templo. Es más, es tan y tan culpable que me hace sentir culpable de habérselo vendido a los ponceños como la última Coca Cola Diet en el desierto…
— Testigo, usted debe contestar a las preguntas directamente, con un sí o un no. Se le pregunta si conoce usted al imputado.
— Pues no.
— Testigo, por favor, por lo menos dígame si usted ve al acusado en esta sala.
— Bueno, yo veo a un señor sentado ahí que se me parece con co…, pero está como ajadito, así que no estoy seguro. Tiene un trasunto del que yo conozco, más jincho y flaco. Aunque el traje que tiene se parece a uno que usó para la toma de posesión, pero le queda grande, y la corbata se parece a una que yo le regalé. Pero…
— ¡Testigo!, le recuerdo que usted debe contestar a las preguntas con un sí o un no. Le pregunto si usted ve al acusado en esta sala.
— Pues no.
— Testigo, le estoy mostrando copia de un cheque para que lo estudie y me diga si esta firma que aparece aquí debajo de la del alcalde endosando un cheque es o no es la suya.
— Es fea como la mía, virá como la mía, enredá como la mía. Es la mía.
— Bien, y este número que aparece debajo de su firma, ¿es el de su licencia de conducir?
— Sí. Ese me lo sé de memoria, aunque hay cosas que olvido fácilmente. Es el estrés.
— Bien testigo, ¿recuerda usted haber firmado este cheque?
— Yo he firmado un montón de cheques, hasta sin fondos…y no los recuerdo todos, gracias a Dios.
— ¿Recuerda haber firmado cheques que le dio el alcalde para cambiarlos, que usted llevó al banco y los endosó con su firma y su número de licencia?
— Sí, claro.
— Testigo, ¿me puede decir usted cuál era la cantidad de este cheque en el que aparece su firma en el endoso?
— No, no lo recuerdo.
— Testigo, me puede leer en voz alta la cantidad que aparece en ese cheque que fue endosado con su firma y su número de licencia.
— No.
— ¿Por qué, testigo?
— Primero porque esto no es un cheque. Es una copia que puede haber sido hecha con inteligencia artificial. Y un cheque tiene dos caras. ¿Y cómo sé que estas dos son de un mismo cheque? A mí me han dicho que usted es medio zorro. No, señor… no leo nada.
— Testigo, ¿usted recuerda que el alcalde hiciera un préstamo personal hace un par de años?
— Sí.
— ¿Cómo lo supo?
— Porque yo era su mano derecha.
— Testigo, ¿recuerda usted la cantidad de ese préstamo?
— Cincuentamil dólares.
— Testigo, ¿sabe usted si ese préstamo personal era para la campaña del alcalde?
— No todo.
— ¿Cómo que no todo?
— Para la campaña eran $30 mil, para el alcalde eran $20 mil. Los de la campaña me los dio a mí como correspondía.
— ¿Y usted qué función ejercía en la campaña?
— Director… creo.
— Testigo, ¿y sabe usted para qué eran los $20 mil que retuvo el alcalde para su uso personal?
— Sí. $14 mil para enderezar la economía de su oficina médica que se había descoñetao y $6 mil para un detective privado que investigara a la esposa del alcalde porque, según él, le estaba fallando.
— ¿Fallando? ¿Fallando como en cojear, patinar, o fallando como en engañar o pifiar?
— Todas las anteriores.
— Testigo, ¿usted recuerda haber conocido a Oscar Santamaría?
— De cara.
— ¿Cuándo le vio la cara?
— En diciembre del 2020, cuando me entregó un donativo en un sobre mal envuelto para la campaña del alcalde.
— ¿De cuánto?
— Bueno… era de $5 mil, pero $2 mil eran míos porque yo se los había prestado a la campaña.
— ¿Y cuál era su posición en la campaña?
— Yo era chofer.
— Testigo, le pregunto, ¿ese fue el único donativo que hizo Santamaría a la campaña del alcalde?
— No. Después nos dio $14 mil.
— Testigo, ¿ese donativo le fue solicitado a Santamaría?
— Sí, porque las cosas estaban malas y teníamos una deuda de $13,500 que pagar.
— ¿Y los otros $500 que dio Santamaría?
— De la generosidad del caballero como aguinaldo de Navidad.
— Testigo, ¿fue a usted a quien el alcalde le entregó la libreta del pago de su préstamo personal?
— Sí. Yo traté de levantar las manos rapidito, pero él fue más rápido y cuando vine a ver estaba en posesión de la libreta.
— ¿Y qué hizo usted?
— Salí corriendo donde mi amigo y le dije: “Cab… nos jod… me dio la libreta y nos toca pagar esta mie…”
— Y la pagaron.
— Mi amigo y yo hicimos dos pagos, pero estaba fuerte, así que hice un serrucho con otros empleados que habían estado en la campaña.
— ¿Y pagaron el préstamo?
— Un chispito. Pero como que no era justo, ¿verdad? Así que hice lo único que podía hacer. Las chillé y me busqué un trabajito de cantante.
— ¿Está la defensa preparada para llamar a sus testigos?
— Sí, su Señoría.
— Entonces, llame al primero.
— Como no, su Señoría. La defensa llama a Dios.