Por Wilda Rodríguez
Periodista
Jennifer González es la que más gusta, la Alianza pisa y no arranca, el alcalde de San Juan se ha consolidado y el PPD tiene un déficit de liderato. Esas son las conclusiones sobresalientes de la encuesta del periódico más grande del país, y no es casualidad que coincidan con sus posiciones editoriales a favor del PNP en manos de González y Romero, y en contra de la Alianza y el PPD.
Ninguna de ellas es noticia, pero sirven para fortalecer las narrativas editoriales que buscan formar la opinión de los electores de cara a las elecciones de noviembre de 2024.
Es de esperar que los medios de comunicación masiva del sistema que ostentamos busquen la manera de avalar sus posiciones editoriales. El Nuevo Día ha afianzado su política editorial mediante el uso de encuestas desde principios de su publicación en los años 70.
Es el único medio masivo que ha mantenido esa práctica consistentemente. A consecuencia, sus encuestas son esperadas y rastreadas con fruición por los comentaristas políticos y sus seguidores.
Coincido con el perito electoral Manuel Álvarez Rivera en que la más interesante de ellas es la que publican el domingo antes de las elecciones porque procuran mantenerse dentro del margen de error para reclamar su credibilidad una vez pasadas las elecciones.
Por ahora, nos atenemos a la leyenda urbana que son estas encuestas.
Sirven, sin embargo, para tres cosas muy importantes:
- Destacar la escasez de sondeos de opinión legítimos en nuestro país, donde, aparte de los apellidos Hart, Benítez y Rivera, entre muy pocos, no contamos con nombres de instituciones de prestigio que midan la opinión pública desde la cautela y la prudencia de la credibilidad institucional.
- Comprobar que las encuestas pueden ser predecibles desde sus cuestionarios y sus propósitos. De lo que buscas y preguntas, depende lo que encuentras y te contestan. Por ejemplo, no es lo mismo medir quiénes ganan los Panamericanos por el conteo de medallas (EE. UU., Brasil, México), que medir quiénes obtienen más medallas por cada millón de habitantes (Cuba, Puerto Rico, Canadá).
- Verificar exactamente lo mismo que escucharás en la barra de cualquier chinchorro, escogiendo la versión que te acomode. “Jennifer está pegá”, o “Romero está corriendo solo”. “La Alianza está atrás”, o “El PPD es un muerto parado”.
A mí, personalmente, me sirven para traer de nuevo a la mesa el tema de los medios de comunicación masiva como manipuladores por excelencia de la opinión pública en garantía del sistema que los sostiene.
A los que a la altura de esta lectura me reclaman que yo he estado en esos medios, siempre he dicho y me sostengo, que esas peleas se dan desde adentro. Sobre eso abundo extensamente en mi libro sobre periodismo – «Periodismo Puertorriqueño: Un deber con la memoria» -, que está en imprenta bajo la custodia de la Editorial Filos, pronto a salir.
Puedo discutir sin reverencia la diferencia entre informar y/o formar opinión desde los datos y/o desde las intenciones. Aprovechar para recordar que en el capitalismo, el propósito principal de los medios a su servicio es fomentar el anticomunismo, el individualismo y el culto a la ignorancia. Su fin es fomentar valores y conductas que se amolden al sistema y controlar lo que la gente piensa.
La objetividad de esos medios, al decir de Noam Chomsky, es nominal, no real. Son buenísimos desarrollando teorías y conceptos sobre objetividad que se ajusten a sus subjetividades. Difunden la información como conviene a sus intereses. Crean imágenes y desarrollan narrativas análogas a esos intereses. Su fin es crear una conciencia colectiva acomodada al sistema.
En ese sentido, los medios de comunicación masiva del sistema son activistas del sistema y van a buscar la manera de defenderlo y sostenerlo siempre.
Nada, eso es lo que les quería decir sobre las encuestas. Obsérvenlas desde su propia óptica y otórguenle el porcentaje de credibilidad que considere justo y necesario.