Washington, 5 mar (EFE) – El científico estadounidense Peter Hotez compareció este jueves ante el Congreso de EE.UU. para contar su historia: hace cuatro años estuvo a punto de lograr una vacuna que podría servir para combatir el nuevo brote de coronavirus, conocido como COVID-19, pero se quedó sin fondos.
«Teníamos todo preparado, pero nunca pudimos obtener inversión para terminarlo», explicó Hotez, un hombre de mediana edad, que compareció con una pajarita azul con lunares blancos y gafas ante el comité de Ciencia, Espacio y Tecnología de la Cámara de Representantes.
Este científico es el codirector del Centro de Desarrollo de Vacunas del Hospital Infantil de Texas y decano de la escuela de Medicina Tropical de la universidad Baylor, en Houston (Texas), instituciones que buscan vacunas que no resultan rentables para las grandes farmacéuticas de EE.UU.
UNA BÚSQUEDA INICIADA TRAS EL SARS
Ante los legisladores de ese comité poco mediático, Hotez narró su búsqueda de una vacuna contra el coronavirus, que comenzó hace una década, después de los estragos originados por el Síndrome Respiratorio Agudo y Grave (SARS, en su acrónimo inglés), que dejó 774 muertos en China entre noviembre de 2002 y julio de 2003.
«Hace diez años -continuó Hotez- decidimos concentrarnos en un problema muy interesante: hacer vacunas contra el coronavirus, porque reconocimos que supone un enorme desafío para la salud pública y, a pesar de ello, no vimos que las grandes farmacéuticas estuvieran corriendo para llenar ese vacío».
Los coronavirus son una extensa familia de virus, algunos de los cuales pueden ser causa de diversas enfermedades humanas, que van desde el SARS hasta el resfriado común.
Años después del SARS, Hotez y su equipo comenzaron a desarrollar una vacuna para ese virus y para una mutación del mismo.
UNA VACUNA CON BUENOS RESULTADOS PERO POCO RENTABLE
En 2016, obtuvieron los primeros resultados satisfactorios en pruebas con animales y empezaron a pedir fondos para iniciar un ensayo clínico con humanos, pero nadie quiso ayudarles y los tubos de ensayo de la posible vacuna fueron almacenados en un congelador, donde permanecieron durante años.
«La verdad es que fue una decisión desafortunada -rememoró Hotez-. Teníamos la vacuna lista, pero no pudimos pasar a la fase clínica debido a la falta de fondos. Para ese entonces el SARS ya no era una amenaza para la salud y no conseguimos el dinero. Nadie está interesado en invertir en un producto que no se va a usar».
Sus esfuerzos habían quedado en el olvido hasta que en diciembre pasado se detectó en la región china de Wuhan un virus, identificado como COVID-19.
GRANDES SIMILITUDES ENTRE LOS CORONAVIRUS
Desde entonces, este coronavirus ha infectado a más de 94.000 personas en todo el mundo y ha provocado la muerte de más de 3.200. Hasta el momento la cifra de pacientes recuperados es de unos 51.000, según el portal interactivo del Centro de Ciencia e Ingeniería de Sistemas (CSSE) de la Universidad de Johns Hopkins.
Un mes después de la detección del brote en Wuhan, los científicos chinos empezaron a compartir información sobre este tipo de virus: «Enseguida me di cuenta de las similitudes entre este nuevo coronavirus y el anterior. ¡Me di cuenta de que podríamos tener una vacuna para el coronavirus muy sólida», exclamó Hotez.
Inició entonces una nueva cruzada para intentar conseguir fondos. Llamó por teléfono a un sinfín de compañías farmacéuticas y agencias gubernamentales, incluido el Consejo de Investigación Médica del Reino Unido, para pedir los $3 millones que necesita para financiar su ensayo.
«LA VACUNA NO VA A LLEGAR RÁPIDO»
Finalmente, sus súplicas fueron atendidas por dos agencias estadounidenses: los Institutos Nacionales de la Salud (NIH por su sigla en inglés) y la Autoridad para el Desarrollo y el Avance de la Investigación Biomédica (BARDA), muy implicadas en las investigaciones sobre el nuevo coronavirus.
«Si hubiéramos tenido estas inversiones antes para hacer los ensayos clínicos, ya tendríamos la vacuna lista», reprochó Hotez.
«La vacuna no va a llegar rápido, vamos a tener que seguir esto de manera muy lenta, de manera secuencial. He oído estimaciones de que la vacuna estará en un año o en 18 meses. Mi pregunta es: ¿Cómo van a hacer eso? No, no va a ir tan rápido», lamentó.
Sea como fuere, para este científico comprometido es vital que se invierta en investigación aunque a veces pueda parecer poco rentable.
«Es urgente crear vacunas para las enfermedades que no dan un beneficio», porque sirven de base para luchar contra otras enfermedades que surgen de la nada, zanjó.