Kihei (EFE) – Once días después de que las llamas consumieran sus hogares, los sobrevivientes de los incendios de Lahaina, en la isla hawaiana de Maui (EE.UU), continúan sufriendo los estragos de la tragedia entre la incertidumbre sobre su futuro y el descontento por la actuación de las autoridades.
Según datos oficiales, la cifra de muertos asciende a 114, un dato que se espera aumente porque sigue habiendo un número indeterminado de personas desaparecidas y continúa el rastreo en la zona de la catástrofe.
Mientras quienes salieron con vida resuelven sus necesidades básicas en albergues y refugios temporales, surgen otras inquietudes ante la tragedia sin precedentes en Hawái y cuyos estragos son aún difíciles de calcular.
La congresista Jill Tokuda instaló este fin de semana un centro de atención de servicios federales al que llegaron decenas de damnificados del mayor desastre natural en la historia reciente de Estados Unidos para intentar reponer sus documentos personales.
«Aquí pueden tramitar principalmente pasaportes, tarjetas de seguridad social y «green cards». También hay cosas muy básicas como el correo, ¿a dónde se va a dirigir la correspondencia de esta gente si su casa está hecha cenizas?, todo eso lo vemos aquí», explica Tokuda.
En las diferentes filas impera la confusión y el descontento mientras los afectados esperan su turno y llenan formularios que llevan de una ventanilla a otra.
«Queremos sacar nuestros documentos, nuestras casas se quemaron. Todo se nos quemó, estamos tratando de sobrevivir», dice Iris, una migrante mexicana que vive en Lahaina desde hace 23 años.
Iris cuenta a EFE que se refugia con toda su familia en una habitación de hotel. «Somos siete personas. Perdimos todo, mis papás perdieron su coche, nosotros perdimos nuestra casa, lo único que rescatamos es la ropa que teníamos puesta ese día», explica esta migrante que trabajaba en Lahaina en una tienda cuyos clientes eran principalmente turistas.
Mañana el presidente y la primera dama estadounidenses, Joe y Jill Biden, viajan a Maui, donde el mandatario se reunirá con líderes estatales y locales y discutirá, según explicó la Casa Blanca cuando anunció el viaje, «los próximos pasos en el esfuerzo de recuperación».
Pero la visita no ha generado gran expectación entre los afectados.
«No espero mucho, no sé qué pueda decir el presidente para hacernos sentir mejor», sentencia Kaoru Matsuda, de 70 años, quien nació y ha vivido toda su vida en Lahaina, mientras espera junto a su familia el trámite de su pasaporte.
Kaoru admite a EFE estar «decepcionado» con la respuesta de las autoridades, y quienes están a su lado asienten cuando lo dice.
«Lo que diga aquí (Biden) no nos sirve. La única ayuda federal que hemos recibido es la de la Agencia Federal de Manejo de Emergencias (FEMA, en inglés), que está repartiendo 700 dólares (unos 642 euros) a las familias afectadas, pero eso no soluciona nada», añade.
El centro de atención se encuentra en Kihei, a unos 40 kilómetros de la zona más afectada de la isla.
Ajena a la desgracia de la isla, Kihei recibe a los pocos turistas que, pese a las imágenes de los incendios que dieron la vuelta al mundo, decidieron no cancelar su viaje y disfrutan de las playas, bares y restaurantes de esta parte de la isla.
El único retrato de la tragedia en esta zona son los voluntarios locales que han instalado puestos a lo largo de la playa para la venta de pulseras, postales y camisetas en apoyo a los damnificados con la frase que se escucha a todas horas en la radio y la televisión local: “Maui strong» (Maui es fuerte).