Redacción Deportes (EFE) – En los pronósticos previos al comienzo de la temporada, los Miami Heat se colocaban a años luz de los favoritos para coronarse campeones de la NBA, pero ocho meses después, se jugarán el anillo en las Finales contra los Denver Nuggets.
Una hazaña deportiva que se basa en organización, programación y en el liderazgo de tres figuras incuestionables: Pat Riley en la presidencia, Erik Spoelstra en el banquillo y Jimmy Butler en la pista.
Tras una temporada marcada por altibajos, los Heat necesitaron pasar por dos rondas de ‘play-in’ para acceder a los ‘playoffs’, pero su rendimiento se disparó en la postemporada.
Fulminaron a los Milwaukee Bucks, a los New York Knicks y a los Boston Celtics y pelearán a partir de este jueves contra los Nuggets para convertirse en el primer octavo cabeza de serie capaz de coronarse campeón NBA. El récord absoluto es de los Houston Rockets, que fueron campeones en 1995 saliendo como sextos favoritos en el Oeste.
Tras sacudir la liga estadounidense con su victoria contra los Bucks, el mejor equipo del año (4-1), los Heat tumbaron a los Celtics este lunes al imponerse en el TD Garden de Boston en el séptimo y decisivo partido, cuando los locales jugaban con viento a favor después de remontar de 0-3 a 3-3 en la serie.
Fueron capaces de eliminar a franquicias en el papel mucho más preparadas, repletas de estrellas y acostumbradas a llegar hasta el final. Los Bucks del griego Giannis Antetokounmpo, Jrue Holiday y Khris Middleton fueron campeones en 2021 y los Celtics, con Jayson Tatum, Jaylen Brown y Marcus Smart fueron finalistas el año pasado.
Se trata de equipos construidos de forma muy distinta respecto a los Heat, en los que Jimmy Butler, el líder absoluto de la franquicia, dirige a un grupo de jugadores menos mediáticos, pero que rinden al máximo de su potencial y se complementan de forma excelente.
Al margen del pívot Bam Adebayo, que ha dado un paso al frente en esta temporada, se coloca una serie de jugadores no elegidos en el draft como Caleb Martin, Max Strus, Gabe Vincent o Duncan Robinson.
Y si las cifras de los contratos en la NBA alcanzan niveles astronómicos, como los 295 millones de dólares por cinco años que puede recibir Brown en los Celtics, las nóminas de estos elementos de los Heat son notablemente más humildes.
Martin, el héroe del séptimo partido contra los Celtics, en el que anotó 26 puntos, tiene un contrato de veinte millones de dólares por tres años; Vincent firmó por dos años y cerca de 3.5 millones; Strus gana cerca de 1.8 millones por temporada, según estiman los medios estadounidenses.
La sabiduría de Pat Riley, ahora presidente de los Heat y entrenador del equipo antes de la llegada de Spoelstra hace ya quince años (2008), tiene un papel central en la organización, programación y desarrollo de talento.
El rendimiento en la pista de los denominados ‘no elegidos’ (en el draft) ha sido magnífico en esta postemporada. El propio Martin superó los veinte puntos en cuatro partidos de ‘playoffs’ y dieron una aportación clave para llevar a los Heat a las Finales.
Todos ellos se ponen con humildad al servicio de Butler, quien se consagró como uno de los mejores líder de la NBA a base de prestaciones estelares, como los 56 puntos endosados a los Bucks en el cuarto partido de esa serie.
Si Butler dirige al equipo en el campo y Riley mantiene estándares de máxima exigencia en la cúpula directiva, el tercer as de los Heat se sienta en el banquillo: Spoelstra.
Técnico de los Heat desde 2008, alcanzó seis Finales de la NBA y ganó dos, en 2012 y 2013 con LeBron James, Dwyane Wade y Chris Bosh.
Solo el propio Riley (9), Red Auerbach (11) y Phil Jackson (13) han alcanzado más Finales que Spoelstra.
Su seriedad, organización y su capacidad de liderar sin necesitar levantar la voz le convierten en uno de los mejores técnicos en la historia de la NBA.
Está a cuatro puntos de completar la que sería una auténtica obra de arte. Deberá superar un examen de máxima exigencia contra los Nuggets, un equipo sólido, aguerrido y con el serbio Nikoa Jokic, doble MVP, como amenaza número uno.