Fue por culpa del amor. Quizás la culpa fue esa sensación que da cuando una siente que hace falta revivir a Puerto Rico. Que se necesita urgentemente sentir que el país no se nos escapa por las manos, como cuando agarras la arena en la playa y el mar te la arrebata hasta que el último granito se pierde en el agua.
En realidad, hacía falta sentir la música navideña y recordar aquella época antes del Covid-19 y de los huracanes, antes de que la tecnología y la corrupción nos arroparan, cuando no pasaba una noche en la Navidad en la que no estuviera parrandeando con mis familiares. Yo hacía el aguaje tocando regular la guitarra, o le sometía al pandero, al güiro o a los palitos, para ir de casa en casa, celebrando lo que somos como pueblo. Eso lo veía tan distante, que ese día me di cuenta la mucha falta que me hacía. Se respiraba en el ambiente en una multitud que parecía sentirse igual. Por eso digo que el culpable, en realidad, fue Danny Rivera.
Me refiero al concierto que dio desde su balcón, como le llaman, allá en el edificio de la Fundación Nacional para la Cultura Popular, en la esquina de la Calle Fortaleza que ahora todos conocemos con la Calle de la Resistencia, en el Viejo San Juan. Danny, con ese infinito amor que siempre da a todos los que lo conocemos, con esa voz inconfundible y potente que es como el vino, con el paso del tiempo se escucha mejor, nos motivó.
Danny hizo que me saliera del encierro autoimpuesto para evitar enfermedades que están por ahí tan regadas, y llegara hasta ese espacio a escucharlo. Pero fue mucho más que ver ese espectáculo que nos regaló junto a una de las voces femeninas más privilegiadas que tiene Puerto Rico, la querida Chabela Rodríguez. Con ellos estaban unos músicos increíbles, dirigidos por Carlos ‘Pachito’ Vega y escuché a Danny nombrar a Emma Colón Zayas en la percusión, miembro de esa dinastía de la familia Colón Zayas, tan importante en la música en Puerto Rico.
Mientras oía a Danny en un momento no pude contener que me brotaran las lágrimas porque pensaba en que nos hemos perdido como pueblo, ante un inmenso mar de tantos problemas que tenemos como país. Pensaba en aquella señora a la que encontraron muerta por la peste en Cupey. Pensaba en tanta gente que está ahora mismos siendo desplazada por construcciones ilegales o porque la negligencia del gobierno se sigue tardando en reconstruir sus casas tras los desastres.
Recordé la destrucción del ambiente y a los viejos abandonados. Pensé en los médicos, sobre todo los más jóvenes, que se debaten entre irse de aquí, o someterse a ser esclavos de las multinacionales. Recordé a los 10,500 niños cuyas querellas de maltrato estaban escondidas por la inepta y criminal exsecretaria de la Familia Carmen González Magaz. Y a mi mente llegó el recuerdo de que aquí han matado a tantas mujeres este año.
Mientras pensaba en el resultado de tantos problemas sociales, también recordé que la raíz de todo es la corrupción de nuestros dirigentes políticos. El clasismo que exhiben muchos a los que no les conmueve el pueblo, es atroz. La jaibería, el favoritismo y tantas cosas malas. No hay duda de que los elementos del narcotráfico y la criminalidad tienen que ser parte de esos esquemas del gobierno, ante policías que no dan abasto ni tienen los recursos. En fin, escuchaba la voz de Danny recordando lo grande y hermoso que es Puerto Rico, pero a la vez, pensaba en dónde estamos.
Entonces me pregunté ¿qué puedo hacer yo a nivel individual? ¿Cómo puedo ayudar a mejorar mi país para echar hacia adelante? Las palabras de Danny Rivera aterrizaron mi divagación al decir que hay recordar lo que lo que somos y lo que fuimos, pero no para quedarnos allí, sino para evolucionar.
La fibra del pueblo puertorriqueño está en su gente, y donde más claro se ve esto es en la base. Las organizaciones que ayudan y nos mantienen de pie. La gente que lucha contra el racismo, las organizaciones que defienden a las mujeres y niños, los que protestan por proteger el ambiente, los que abogan por los pequeños y medianos comerciantes ante los que vienen aquí para no pagar incentivos.
Pensé por eso que hay que escoger y apoyar causas. Hay que mantense activo para resistir y construir patria. Esto va por encima de lo político porque se nos va la vida como pueblo y desapareceremos si seguimos así. Por eso quiero usar el privilegio de escribir en este espacio en ¡Ey! Boricua para hacer un llamado a que todos aportemos y apoyemos a las organizaciones no gubernamentales que trabajan por construir nuestro país. Aprovechemos el inicio de este nuevo año para hacerlo.
Los Clubes de Leones, el Colectivo Ilé, el Comedor de la Kennedy, Iniciativa Comunitaria, el Proyecto Matria, los Hogares Crea, la Fundación Comunitaria, La Fondita de Jesús, el Hospital del Niño, la Alianza de Autismo, el Colegio San Gabriel para sordos, el Instituto Loaíza Cordero, la Casa Protegida Julia de Burgos y así muchísimas más son las que nos han mantenido de pie todos estos años, aportando en distintos aspectos de nuestra sociedad.
La Fundación Nacional para la Cultura Popular es una de las que más merece nuestro apoyo.
Contra viento y marea, estos periodistas que crearon la Fundación llevan más 23 años tratando de levantar un acervo de nuestra cultura para que todos la recordemos y las nuevas generaciones la puedan conocer y disfrutar. El titán en este esfuerzo es Javier Santiago, que lleva la batuta, pero junto a él hay mucha gente que merece el reconocimiento porque con su esfuerzo, mantienen viva un aspecto vital de nuestra vida como pueblo: la cultura popular.
La Fundación fomenta el estudio, la promoción y el auspicio de eventos de interés cultural y de los artistas que los exponen y sirve como centro de investigación, estudio, archivo, publicación, catalogación, y conservación de todo un elemento tan importante de cómo somos como pueblo. Su archivo incluye elementos de la cultura popular, clásica y folklórica de Puerto Rico y del mundo que merecen ser visitados y respaldado por todos.
Ver allí las extensas colecciones de discos en todos sus formatos, grabaciones de radio, entrevistas, fotos, obras de arte y otros objetos de colección es maravilloso para enseñarles a las nuevas generaciones que Puerto Rico tiene un alma y una historia que se tiene que defender.
Danny Rivera viene haciéndolo hace años con ese concierto que regala desde el balcón, gratuitamente, en la Navidad. En los últimos años por la pandemia esto se detuvo, pero el de hace unos días abarrotó todas esas calles y fue un momento sublime.
Horas más tarde, también en San Juan, pero en la Calle Loíza, otra generación de artistas puertorriqueños hizo lo propio. Bad Bunny y Arcángel ofrecieron un concierto en una gasolinera y también atrajeron una multitud.
No voy a comprar estilos, poque ambos me gustan, aunque sé que no todos piensan igual, pero sí aplaudo el gesto de los artistas de usar su talento para unirnos. Eso es lo que vale y eso es lo que tenemos que apoyar.
A Puerto Rico se le defiende aportando lo que somos para combatir a los que la quieren destruir. Eso hace la Fundación y todas las organizaciones que aportan por un mejor Puerto Rico. Eso hizo la voz potente de Danny Rivera es tarde en San Juan y eso hicieron los aplausos de la gente. A la patria se le afirma, amándola.
Por Sandra D. Rodríguez Cotto