Pekín (EFE) – Un jugador competitivo, un líder por méritos propios, un veterano en su segunda o tercera juventud, un pívot indescriptible: todo eso cabe en los 2.04 metros de Luis Scola, el único superviviente de la ‘Generación Dorada’ que se va de China con un amargo sabor, pero orgulloso por la huella dejada.
Con 39 años que no aparenta sobre la cancha, el ‘cuatro’ de la selección albiceleste había promediado durante el torneo 19.3 puntos y 8.1 rebotes, pero en la final fue frenado en seco por España, a la que solo pudo anotar ocho puntos, seis de ellos desde el tiro libre y una canasta, con un solo tiro de campo anotado de diez intentados como pobre bagaje.
«Me gusta transmitir mi experiencia a los jóvenes y lo hago, claro que sí. Pero reniego un poco de eso -contó antes del partido decisivo Scola, quien asegura que no piensa en la edad-. Porque a mí lo que me gusta es, por encima de todo, jugar, hacer cosas dentro de la cancha. Lo puedo seguir haciendo».
«Por eso, cuando me hablan de aportar valores dentro del vestuario me siento un poco incómodo. Yo acá vine para jugar y para ganar, y en ello estoy», afirmó el capitán, máximo anotador y reboteador del equipo en los primero siete partidos de China 2019.
¿Su secreto? Entrenar como si no hubiera un mañana.
Ni siquiera el exinternacional argentino Pepe Sánchez le encuentra explicación al fenómeno: «La verdad es que no sé qué decir. Lo único que sé es cómo se preparó. Construyó su propio campo de baloncesto en su finca, contrató a entrenadores, se preparó de una manera increíble y afinó su cuerpo» explicó en una entrevista con la Agencia Efe.
«Estuve con él la primera semana de la preparación y vi lo que había hecho para estar listo -agrega Sánchez-, pero de ahí a meterle casi treinta puntos a Francia en una semifinal… yo no lo puedo describir».
En palabras de Scola, «el éxito es prepararte a conciencia y vaciarte en esa preparación. Se gana o se pierde en ese proceso, no en el partido».
Su compañero de selección Nico Larpovittola se rinde al ejemplo que Scola supone en el vestuario: «No nos sorprende para nada su Mundial. Él es muy competidor y muy profesional. Tiene 39 años, pero entrena más que cualquier otro jugador que haya en este torneo o cualquier otro jugador de ‘básquet’ que yo haya visto».
«Creo que por ese lado va -aventura ‘Lapro’-, que a él no le importa la edad, o caerse al suelo diez veces. Hay muchas cosas que, según él, no las siente. Y para nosotros es un placer poder tenerlo con nosotros y que nos ‘empuje'».
Otra de las estrellas del equipo argentino, Facundo Campazzo, reconoce que tenía fe en el liderazgo del veterano, pero confiesa no haber previsto que les arrastraría a una final.
«Cuando (Scola, antes de empezar el torneo) nos dijo que el objetivo eran las semifinales, nos quedamos todos un poco…», dijo con cara de incredulidad el base del Real Madrid en la rueda de prensa posterior a la semifinal contra Francia, que certificó el pase del equipo sudamericano a la final.
«Pero dijo las semifinales, no la final. ¡Osea que tampoco sabe tanto!», bromeó a renglón seguido el técnico de la albiceleste, Sergio Hernández, quien se ha mostrado en repetidas ocasiones encantado con el rendimiento extraordinario del pívot.
Dos dobles-dobles en el torneo, por ejemplo, ante Nigeria y Francia.
«Es difícil explicar cómo he llegado hasta aquí. La cuestión es que me da mucha angustia cuando hablo del 99, de Indianápolis 2002… En esta selección hay muchos chicos que no habían nacido cuando yo ya jugaba. Trato de no mirar para atrás para evitar ese vértigo. Aquí estoy, que es de lo que se trata», resume Scola.
Luis Scola lo es todo en la albiceleste. No solo dirige una orquesta que funciona a la perfección, sino que hasta en la foto de portada de Twitter de la Confederación Argentina aparece sosteniendo la cámara y retratando al resto.
Otra fotografía, quizá por error, se acerca más a realidad. En la web de la FIBA, la imagen en el perfil del equipo argentino, Scola aparece duplicado, pero sus números dan la razón a la instantánea: Scola, a sus 39 años, vale por dos.