OPINIÓN
Por Sandra Rodríguez Cotto
En Blanco y Negro
El caso por Richard Machado y su esposa la doctora Norma Ortiz Colón demuestra la negligencia, el total abandono del sistema y los graves riesgos de explotación financiera, física y hasta de vida que enfrentan los envejecientes en Puerto Rico.
Desde hace más de una semana vengo reseñando en radio el caso de esta pareja y la tragedia que es ser un viejo en este país. No importa si eres conocido o si tienes dinero, como pasa con el matrimonio Machado Ortiz, ser viejo es como una sentencia a la muerte, al abandono y a la negligencia.
El matrimonio Machado Ortiz es conocido por sus vínculos políticos y económicos. Al Dr. Machado se le recuerda por haber sido un pre aspirante a la alcaldía de San Juan cuando compitió por el Partido Popular Democrático en una primaria en la que prevaleció Sila Calderón. También al Partido Nuevo Progresista y era un hombre de mucho poder e influencias. En parte por su estrecha amistad con el expresidente de los Estados Unidos, Bill Clinton, y con otros líderes del Partido Demócrata.
Su influencia también venía por sus negocios y riqueza. Es un multimillonario que era dueño de los hospitales Hermanos Meléndez y Children’s hospital de Bayamón, así como de la cadena de supermercado Super One, entre múltiples negocios y propiedades.
Era un hombre poderoso y de mucho capital, pero como pasa con muchos viejos, hasta fue víctima de una cuidadora. Empleados lo demandaron a nivel federal porque una de sus cuidadoras los obligaba a ser parte de una iglesia evangélica que ella dirigía. Ese caso le costó al Dr. Machado sobre $300,000. Pero esa no es la verdadera tragedia. Su crisis es familiar y hasta política.
Ahora mismo hay una serie de pleitos que tienen enfrentados a sus 11 hijos a los que se les impiden verlos o visitarlo. Al centro de la polémica está la fortuna de más de $100 millones de Machado.
ENTRA GUILLEMARD
Una de sus hijas, que trabajó con él en los hospitales y no quería que fueran vendidos, lo demandó y abandonó por dos años. Pero de buenas a primeras, reapareció para el 2020 y asumió el control de sus padres y las autoridades se rindieron a sus pies. El abogado de ella es Andy Guillemard, el esposo de la primera dama Cari Pierluisi y cuñado del gobernador, Pedro Pierluisi. Guillemard, además es inquilino en un edificio de oficinas de Machado, lo que aparenta ser un conflicto de interés.
Desde que entró Guillemard en escena el departamento de la Familia no se mueve y hasta los tribunales no actúan. Hay dos sentencias contradictorias que emitió el Apelativo, ambas llegaron al Supremo y el máximo foro judicial no ha querido actuar. Las sentencias son sobre como los hijos se pueden relacionar con sus padres. Todo esto coincide además con el intento de mover la fortuna de Machado del Banco Popular al Oriental, sin que nueve de los 11 hermanos tengan conocimiento. Popular demandó.
Toda esta saga se complica porque la hija que asumió el control les impide a sus hermanos ver a sus padres en su casa en una exclusiva urbanización de Dorado. Usa guardias armados que los amenazan. Varios vídeos y audios así lo corroboran.
Este caso se podría ver como una lucha por dinero, pero en realidad es una muestra más del abandono absoluto en el que se encuentran los viejos en nuestro país.
¿Por qué no funciona el sistema para proteger a los viejos? ¿Qué opciones hay cuando personas se aprovechan continua y sucesivamente de la vulnerabilidad de un adulto mayor para explotarlo a nivel financiero? ¿Por qué se permite la supuesta manipulación de unos hijos que tienen acceso al poder político? ¿Están los abogados siendo cómplices de la explotación financiera? ¿Cuántos médicos se prestan como cómplices de estos casos? ¿Realmente los tribunales protegen a los viejos o son cómplices del maltrato? Más que nada, si eso pasa con un matrimonio con dinero, ¿qué no les harán a los viejos que son pobres en este país? Esa es la pregunta clave.
PAÍS DE VIEJOS
Puerto Rico es uno de los países con mayor cantidad de personas viejas en el mundo. Según el Censo, el 27.3% de nuestra población tiene más de 60 años. Somos un país de viejos y no lo queremos admitir. No hay nada desarrollado para atender a esta población y esta crisis se sabía hace más de 10 años, pero nadie actuó a tiempo.
Quizás por eso es que otra vez se registra un alza de muertes de viejos por Covid-19. La mayoría están en hogares de envejecientes y esta semana Salud anuncio un plan para intentar atajar esa crisis. La verdad es que en muchos de esos lugares acogen a viejos abandonados por sus familiares. También allí los maltratan.
En Puerto Rico hay unos 1,000 centros de envejecientes, pero más del 50% de esos “homes” de viejitos han sido investigados por diversas categorías de maltrato. Esos casos, tristemente, quedan en nada. No hay personal suficiente que le de seguimiento, y no son temas “sexy” para que los medios estén día y noche cuestionando. Le dan más espacio a Adamari López o a Rafy Pina, que a las noticias que enfrentan esta realidad.
Más del 70% de la querellas en los “homes” son por maltrato, pero el gobierno las cierra porque no se pudieron fundamentar, aunque las autoridades reconocen que no tienen personal necesario ni sensible. La secretaría de la Familia Carmen Ana González Magaz dijo esta semana que tienen $13.6 millones disponibles para contratar gente, pero no encuentran personas que quieran ser amas de llave o cuidadores.
José Acarón, de AARP, lleva años clamando porque se fortalezca ese sector laboral porque se necesitan empleados con destrezas y con la sensibilidad que requiere atender adultos mayores. Pero nada pasa. Como país nos hemos hecho de la vista larga y no atendemos a los viejos, aún cuando la realidad nos golpea porque en par de años serán más de la mitad de la población.
El maltrato a los viejos es un crimen. No es sólo la explotación financiera o sexual de gente que se les pega para sacarle dinero. Es también el trato. Asumen que por ser viejos, no son personas. Pasa cuando van a una tienda, y no les devuelven el dinero. Cuando en una farmacia no se toman el tiempo de explicarles los medicamentos que necesitan. Cuando pasan hambre y soledad, y los vecinos ni preguntan. Cuando se burlan en sus caras, como si el ser viejo fuera algo que nos va a tocar a todos. Todos nacemos para morir y envejecemos a diario.
Si aquí los legisladores que llevan semanas hablando del aborto les prestaran una pizca de atención a esta crisis, quizás se podía resolver tanto abandono a los mayores. ¿Dónde queda la dignidad de los viejos en Puerto Rico? Es hora de que el maltrato a los adultos mayores se atienda. No maquillaje que lo pueda ocultar más.