Por Abel Baerga Ortiz y Neftalí Ríos
Director del Centro para la Biodiversidad Tropical Fideicomiso para Ciencia, Tecnología e Investigación de Puerto Rico / Catedrático del Recinto de Humacao de la UPR
San Juan, 4 de agosto de 2021 – En días recientes, el pueblo ha sido testigo de pugnas en las que figura la excesiva intervención humana en ecosistemas frágiles, seguida naturalmente por la alerta ciudadana clamando por la conservación de estos espacios. La piscina del condominio de Rincón, evidentemente construida en lo que hoy es zona marítima/terrestre, vulnera un nicho natural para el desove de tortugas marinas en peligro de extinción.
Por otra parte, en el Llano de Toa Baja se denunció la utilización de maquinaria pesada para “drenar” el humedal, irrumpiendo de esta manera en el hábitat crítico de otra especie en peligro de extinción: el coquí llanero. Sin embargo, cuando los científicos comenzamos a hablar de conservar espacios para tortugas marinas amenazadas y coquíes en peligro de extinción, escuchamos también como los reclamos se despachan, a veces en tono de burla, categorizándolos de obstáculo ante la urgencia de desarrollo económico.
Más allá de ser una responsabilidad ciudadana y gubernamental, la conservación de ecosistemas frágiles representa una fuente de desarrollo científico y económico para el País y para el mundo. La biodiversidad de Puerto Rico y del resto del Caribe es, y ha sido, escenario para descubrimientos de impacto global. El medicamento anti-cancerígeno Yondelis, mercadeado por la empresa farmacéutica española PharmaMar, es una versión sintética de un compuesto natural que fue originalmente identificado para la década del 1970 de un organismo marino de La Parguera de Lajas. Igualmente, científicos del Laboratorio Nacional Lawrence Berkeley de California han encontrado y aislado microorganismos del bosque lluvioso de El Yunque, con la capacidad de degradar madera descompuesta, para ser transformada en biocombustible.
Por último, los científicos del Instituto de Oceanografía Scripps en California liderados por el Dr. Doug Bartlett, han realizado excursiones múltiples a la Trinchera de Puerto Rico (la segunda fosa marina más profunda del mundo) en busca de organismos adaptados a las altas presiones características de esas profundidades marinas. Ellos esperan encontrar compuestos químicos que les permitan tanto a buzos como a astronautas, adaptarse a condiciones de presión variable, así como preservar sus alimentos y especímenes biológicos que de otra manera se dañarían por las altas presiones.
También en nuestras Universidades estudiamos los ecosistemas naturales con miras al desarrollo de nuevos productos y tecnologías. Por ejemplo, el coquí llanero que se intenta proteger conservando el humedal de agua dulce de Toa Baja, tiene un mecanismo único entre las especies de coquíes puertorriqueños para la protección de sus huevos y sus crías: en vez de “empollar” su nido, hay microorganismos asociados que al parecer evitan que el nido y los adultos sean afectados por un hongo mortal que es en parte responsable de la desaparición de otros anfibios en el mundo.
El aislamiento e identificación de los compuestos químicos responsables de esta protección natural– investigación que realiza la Dra. Ileana Rodríguez del Departamento de Química de la UPR de Humacao – pudiera resultar en fungicidas noveles para evitar la desaparición de anfibios a nivel global así como antibióticos, antivirales o de compuestos de aplicación biomédica. Rodríguez estudia también la química de un árbol endémico en peligro de extinción, Stahlia monosperma, que fue originalmente descrito por la insigne botánica Ana Roqué y cuyos frutos se utilizaban tradicionalmente para el control de insectos. Afortunadamente, aún no hemos destruido completamente el hábitat de este árbol amenazado y quedan algunos ejemplares que se pueden estudiar para investigar la química detrás del uso tradicional. En este caso, la protección exitosa de los mangles y las zonas de estuario han sido claves para la recuperación y el estudio de este árbol.
Puerto Rico también es terreno fértil para el estudio de hongos con propiedades asombrosas. El laboratorio del Dr. Paul Bayman en UPR Rio Piedras ha encontrado cepas nuevas del hongo Beauveria bassiana que son más eficientes que las cepas de uso comercial y que producen enzimas capaces de matar la broca del café, una plaga que causa pérdidas multimillonarias a nivel mundial.
El laboratorio de Bayman intenta identificar y aislar las enzimas que debilitan la broca, ya que estas pudieran ser desarrolladas como pesticidas naturales. Finalmente, Puerto Rico cuenta con varias especies endémicas del hongo medicinal Ganoderma, un hongo silvestre y difícil de cultivar. La empresa boricua Huerto Rico ha comenzado a desarrollar métodos para el cultivo de Ganoderma buscando su desarrollo como suplemento nutricional.
A estas investigaciones se le suman muchísimas otras para la identificación de compuestos de algas, cianobacterias marinas, corales, plantas endémicas y otros, todos de mucha importancia y mucho potencial. En adición al contexto ético, es importante es que aprendamos a mirar la biodiversidad como el sustrato que nutre la innovación y mirar la conservación de los ecosistemas naturales como una estrategia de desarrollo económico y científico para el beneficio de todos.