Por Héctor Luis Coca Soto
Psicólogo Licenciado, Consultor en Adiestramiento y Manejo de la Conducta
El modelo biopsicosocial establece que el desarrollo y funcionamiento integral de una persona parte de cuatro factores básicos. En la primera categoría figura lo biológico, que se refiere a todo lo relacionado con la salud del cuerpo. También incluye aspectos materiales.
El segundo factor es el psicológico y se trata de aquello que afecta los pensamientos, las emociones y la conducta.
El tercer factor se refiere al aspecto social y está relacionado con aquello que afecta las relaciones entre los seres humanos.
La calidad de estos tres factores está relacionada con una buena salud mental.
La cuarta categoría de desarrollo integral es el área espiritual.
No se ha sabido de un grupo humano en la historia que no tenga entre sus costumbres algún tipo de ritual para calmar la ansiedad relacionada con las dificultades que presenta la existencia, y con la incertidumbre que genera la muerte o la conciencia de que tarde o temprano vamos a morir.
Si alguna de estas cuatro áreas de desarrollo integral se afecta, sus efectos, por lo general, se refleja en las relaciones con nuestro entorno, con las personas que convivimos. Este modelo biopsicosocial existencial fue presentado en el 1977 por el psiquiatra George Engel.
La pandemia del COVID19 en Puerto Rico nos permite observar que la conducta humana, así como los eventos que afectann a los seres humanos, se ven influenciados por diversidad de factores y no uno o dos eventos.
Un virus desata una pandemia (biológico), esta pandemia nos obliga a un aislamiento (psicológico y social) lo cual, a su vez, nos expone a una situación de cambio abrupto (psicológico).
Estos cambios generan pérdidas que a su vez se relacionan con depresión, ansiedad, aumento en el uso de substancias (psicológico, biológico y social).
Cuando tienes un grupo de personas que comparten por tiempo prolongado y suelen tener contacto más directo, es necesario tener mucha inteligencia emocional (psicológico) y capacidad de convivencia (social) para que los conflictos no afecten el grupo.
Como resultado del aislamiento y de la reducción de contacto humano, algunos puede ver afectada su fé por alejarse de sus costumbres y rituales religiosos, que son elementos que integran y alimentan el área espiritual.
Cuando esto sucede se debilitan los valores y las relaciones entre los seres humanos se pueden afectar. Como mencionamos previamente, en esa atmósfera pueden aumentar las estadísticas de violencia doméstica, maltrato de menores y ancianos, así como el deterioro de la salud mental general.
Las recientes desapariciones o secuestros de menores en Puerto Rico, con frecuencia son situaciones de menores escapando de sus hogares, huyendo de situaciones de maltrato y disfunción familiar. Los más vulnerables son los de mayor riesgo.
Cuando surgen situaciones de peligro inminente a la seguridad biopscicosocial no aplica esa regla de “no te metas, son cosas de familia”.
Todos debemos intervenir aunque no sean personas conocidas, y se haga de manera confidencial.
La salud mental nunca es prioridad para ninguna administración de gobierno.
Hasta que no haya un plan de salud mental que tenga como base central los asuntos de la familia no habrán herramientas para establecer la prevención de los problemas que afectan la salud mental.
La realidad es que el COVID 19 creó el estrés suficiente para provocar la incremento de estos problemas.
Continuemos formando redes de ayuda y comunicación para lograr una mayor protección y ejercer las presiones saludables para que el peligro, la disfunción, el maltrato salgan del secreto.