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Terminó la gran mentira contra Mariana Nogales Molinelli

Ey Boricua Por Ey Boricua
13/06/2025
En OPINIÓN
Tiempo de leer:6 mins de lectura
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Mariana Nogales (Facebook)

Mariana Nogales (Facebook)

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El esquema de persecución y mentira que montó el PNP y la Oficina del FEI quedó nuevamente desenmascarado ayer, cuando una jueza determinó no causa.

Por Sandra D. Rodríguez Cotto

Termina, al fin, la gran mentira del FEI y del PNP contra Mariana Nogales Molinelli.

Desde el principio se les vio la costura, pero no se amilanaron en negarla. No hicieron nada por ocultarla. El esquema de persecución y mentira contra la legisladora fue montado desde el primer día en que fue electa, y ayer —cuatro años más tarde, y miles o quizás millones en fondos públicos gastados en perseguirla— quedaron desnudos ante el país.

Cuando la jueza Nerisvel C. Durán Guzmán, del Tribunal de San Juan, determinó lo que era obvio —no causa— durante la vista preliminar en alzada por cargos de perjurio y falsedad ideológica, se demostró hasta dónde llega la maldad, el machismo y la corrupción política en Puerto Rico.

A Mariana la fueron golpeando como cuando un criminal mafioso quiere torturar a su objetivo. La atacaron, se burlaban de ella y la insultaban con epítetos machistas en la radio; la agredían verbalmente en el hemiciclo, y todos eran hombres: legisladores en su mayoría, y alguno que otro autoproclamado periodista.

La demonizaron tanto que hasta los mismos de su partido, el Movimiento Victoria Ciudadana, la fueron dejando sola y, al final, la descalificaron. En el Partido Nuevo Progresista celebraron que lograron sacarla de la papeleta, y en el MVC no la apoyaron en la campaña como independiente.

En el interín, el asesinato de reputación se extendió a su madre, la abogada Rita Molinelli, y a toda su familia, incluyendo a su tío, el geomorfólogo José Molinelli. Gente trabajadora, honrada y educada, que toda la vida ha honrado a Puerto Rico con un trabajo de altura y ha ayudado al país. Ninguno ha sido un corrupto que vive del gobierno con puestitos vitalicios, ni acomoda a los suyos en empleos para los que no sirven, a costa del pueblo.

Al final, los verdaderos responsables del circo político fueron los líderes del PNP y sus portavoces en la Oficina del Fiscal Especial Independiente. Esos siguen campeando por sus respetos. Repitiendo la historia con otra gente.

“Este tribunal tuvo la oportunidad de examinar minuciosamente toda la prueba, evidencia presentada en el presente caso, así como escuchar detenidamente a los testigos que declararon en la misma. Habiendo hecho un análisis completo y total de toda la evidencia presentada, el tribunal está convencido y determina no causa en el presente caso”, dijo la jueza Durán Guzmán anoche, terminando cuatro años de persecución política contra la exlegisladora Nogales Molinelli.

Durante ese tiempo, legisladores, funcionarios públicos y portavoces montaron múltiples acusaciones falsas contra la exlegisladora, para ninguna de las cuales la fiscalía presentó siquiera la prueba mínima requerida por el ordenamiento legal. La acusaron de perjurio y falsedad ideológica por supuestamente ocultar en sus informes a la Oficina de Ética Gubernamental su participación como presidenta y tesorera de la corporación Ocean Front Villas, así como los ingresos obtenidos de dos propiedades en Palmas del Mar que, según la fiscalía, no fueron declarados. Estas imputaciones formaban parte de un total de 24 cargos vinculados a supuesta evasión contributiva. Casi todos esos cargos fueron desestimados, pero quedaban dos, que fueron resueltos ayer al concluir que no existía evidencia para acusarla.

El caso Nogales Molinelli es un claro ejemplo de cómo la persecución política puede convertirse en un espectáculo diseñado para silenciar voces incómodas. Desde su llegada a la Legislatura, ella incomodó. No por escándalos o privilegios indebidos, sino por denunciar sin titubeos a los grandes intereses, las injusticias ambientales y la hipocresía de un sistema que protege a los poderosos mientras criminaliza a los que luchan. Por eso fue objeto de investigaciones orquestadas para destruir su credibilidad y callar su agenda progresista.

En mi larga carrera como periodista he conocido a todo tipo de político y he visto a muchos caer desde lo más alto. He destapado cientos de casos de corrupción, pero nunca había visto una campaña tan bien coordinada para sostener una mentira por tanto tiempo con el fin de asesinar una reputación.

¿Dónde está la furia de esos mismos políticos fiscalizando a gente como Tata Charbonier o Julia Keleher? ¿Dónde está su furia exigiendo transparencia a quienes se robaron el país, dejaron morir a miles tras el huracán María, se burlaron de la gente en el Verano del 2019 y hoy están otra vez como cabilderos decidiendo lo que hace este gobierno? La respuesta es un silencio total, una complicidad vergonzosa que desnuda la doble moral de un sistema que persigue con saña a unos mientras protege a otros.

La solidaridad también faltó entre muchos del sector de la izquierda, los llamados progresistas, e incluso del mismo MVC. Es más, ni siquiera entre los políticos que dicen ser cristianos y que representan partidos de supuestos valores dijeron nada. Su silencio los hizo igual de cómplices del abuso y la persecución. No sé si fue miedo a ser la próxima en la lista o la conveniencia de no enemistarse con el poder. No hubo ni atisbo de ética.

Este caso me recordó la patraña que urdieron algunos de los mismos personajes políticos y mediáticos contra Urayoán Walker y Carlos Severino. En aquel caso, hubo analistas políticos en la radio atacando a diario. También hubo un claro sesgo de racismo. En el caso de Mariana Nogales, no se puede negar que su feminismo era objeto de coraje entre sus detractores. Cinco años más tarde, Walker y Severino salieron —como ahora Nogales— libres de toda culpa, pero golpeados por un sistema criminal.

Estos casos son espejos que nos devuelven la imagen de una justicia selectiva y de una sociedad que, con su silencio, se convierte en cómplice. Es hora de que alcemos la voz, no para defender a ciegas a nadie, sino para exigir una vara de justicia igual para todos. Porque si no lo hacemos, el próximo perseguido podrías ser tú, o yo, o cualquiera que se atreva a pensar diferente en esta isla de contrastes.

Considero que Mariana Nogales ha quedado reivindicada. No solo porque los cargos se desmontaron, sino porque su integridad, su moral y su ética siguen intactas. Porque, a pesar del hostigamiento, no se doblegó. Esa es su mayor victoria.

«No me duelen los actos de la gente mala. Me duele la indiferencia de la gente buena», decía Martin Luther King.

No podemos permitir un país que asesine reputaciones. No podemos vivir en una sociedad donde la disidencia esté sujeta a la persecución. Por eso concluyo que Mariana Nogales Molinelli se erige hoy, más que nunca, como una figura de una dignidad incólume.


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