Jennifer González montó un mitin disfrazado de mensaje, lleno de embustes, promesas huecas y cinismo político
Por Wilda Rodríguez
Periodista
Fue difícil seguir la estructura del mensaje de Jennifer González. Lo complicó adrede y lo alargó para aturdirnos, también adrede.
La única fuente de corroboración de datos (fact check) hasta el momento en que escribo esta columna no toca los puntos más neurálgicos de ese discurso ni las mentiras más evidentes. Fue un buen trabajo para balancear la credibilidad de este personaje político.
Nos facilita a todos el trabajo si los medios corporativos invirtieran en un fact check independiente para evaluar los discursos de una mitómana como Jennifer González como lo hacen los medios más prestigiosos de Estados Unidos con Donald Trump. No lo veremos porque esos medios son cómplices o temen represalias del gobierno en sus presupuestos de publicidad.
El Nuevo Día sometió a verificación lo que daría un buen puntaje: de dieciséis alegaciones hechas por JG en su mensaje, sólo dos resultaron falsas, tres resultaron ciertas, siete fueron medias verdades, y cuatro no se pudieron verificar.
Me quedé pensando por lo menos en tres asuntos que saltaron a la vista: ¿qué santos desvistió para vestir los que le convienen?; ¿cuándo se iría LUMA en su plan tan contundente?; ¿aprueba la Junta ese mensaje? Ninguna de esas tres fue abordada ni por la oposición ni por los periodistas la noche del mensaje. Deben haber salido exhaustos de la abrumadora homilía política.
Los periodistas buenos siempre sacan la cara. Horas después Oscar Serrano era el primero en anunciar: “too good to be true”. La Junta ya había advertido a Jennifer González que había desbalanceado el presupuesto.
A partir de hoy empezaremos a escuchar y leer otras mentiras. ¡Qué manera de mentir tiene esa mujer!
Vamos al principio. Se vio muy bien Jennifer González. El color fuchsia y estilo togado de su vestido, los accesorios turquesa, maquillaje y peinado excelentes, fueron agradables a la vista desde el primer momento. Llegó vestida de gobernante segura de sí misma, pero la que reapareció fue la política en campaña con las plumas de guerra puestas. Allí no estaba la mujer de estado. Estaba la política curada, astuta y eficaz. El problema es que esa Jennifer González es un surtidor de embustes.
Me llevó muy poco detectar que ese sería un mitin político. Intuí lo que luego Oscar corroboró: esto no puede haberlo aprobado la Junta. A poco de comenzar, entonces, JG anunció que su propósito es sacar a la Junta de Puerto Rico. Como si fuera su decisión.
De ahí en adelante todo fue un discurso amañado muy bien narrado: Jennifer en el país de las maravillas.
He escrito sobre el embuste político infinidad de veces y por muchos años. Durante la campaña reciente —específicamente el 9 de septiembre del 2024— publicó EyBoricua una columna mía sobre el tema. Una de las que más discurre sobre la mentira en la política desde los tiempos de Platón, la escribí para la revista digital 80 grados en el 2015. En ambas hablé de cuando la mentira política se convierte en engaño.
En la del 2015 acabé deprimida:
“Un pueblo engañado no puede ser feliz. Filosofar sobre la mentira política podrá ser un ejercicio legítimo y aparentemente lo es cuando ha sobrevivido siglos con ese reconocimiento. Pero el engaño mina el espíritu del engañado. Lo hace cada vez más inseguro y vulnerable. Lo lleva a creer que se merece el engaño. No sé ni me importa cuántos pueblos se resignan a la mentira política. La resignación del mío me jode. Y mientras pueda, la voy a seguir combatiendo.”
En la de septiembre pasado estaba verdaderamente molesta:
“Cuando los embustes empalagan, la gente deja de creerte. Punto. No es lo mismo decir un embuste que alternar embustes sobre el mismo tema hasta que se convierten en cantinflada. Como no es lo mismo intimidar que aterrorizar. Meter miedo que sentenciar… Jennifer González es una Cantinflas terrorista… en drag. Podrá llegar a ser gobernadora, como auguran encuestas y analistas. Pero, como diría mi abuela: La mona, aunque la vistan de seda, mona se queda. Y que me perdonen las monas”.
Hoy estoy más allá de esos dos estados. Estoy decepcionada, no deprimida ni molesta.
Acepto la realidad y sigo. Eso es lo que aconsejan los psiquiatras. También hablar del tema con alguien de confianza y con quién te has decepcionado. Entre mis lectores hay de los dos. Así que hablo con ustedes. Entiendan que Jennifer González no me ha decepcionado. Para decepcionarse hay que haberse ilusionado. Ese no es el caso.
Hace años aprendí que mentir es un proceso complejo que pone el cerebro a trabajar tiempo extra para organizar y mantener una estructura. Supe que la mejor manera de desenmascarar a un embustero es llevarlo sutilmente a que cuente su mentira al revés.
Usé la técnica muchas veces en conferencias de prensa, pero la que mejor recuerdo es la vez que el gobernante de entonces y su secretario del trabajo anunciaron con mucho orgullo un bajón impresionante en el porcentaje de desempleados. No recuerdo exactamente las cifras, pero sí que era un bajón imposible. No teníamos manera de contradecirlo al momento, así que levanté mi manita y le pregunté al gobernante:
“¿Me podría explicar de otra manera? ¿Cuál es el porciento de personas empleadas ahora mismo en el país?”
El gobernante miró al secretario, el secretario miró al secretario de prensa, el secretario de prensa me miró a mí con ganas de matarme. Tenían la respuesta y por supuesto que no cuadraba.
Cuando JG hablaba de los millones que le sumaba a los renglones más críticos del presupuesto, pensé en que había que hacerle una pregunta al revés:
“¿A qué renglones se les ha reducido el presupuesto?”
Les aseguro que los números no van a cuadrar. Tiene que haber dejado esnú a algún santo. De hecho, cuando anunció los millones para arreglar la carretera #5, alguien gritó en las redes: se jodió la #10.
Cuando anunció $24 millones acá, $14 allá y $8 más acá, pensé que habría que preguntarle qué compraría con eso y a cuánto asciende el contrato de un consultor en esos departamentos, porque hoy día se habla en cientos de millones en los contratos de los amigos.
¿Qué se puede pagar con $14 millones?
Cuando dijo que ahora sí que LUMA se va, quise preguntarle:
¿LUMA ha amenazado al gobierno con irse?
Cuando dijo que iba a sacar la Junta de Control Fiscal:
¿Va a trabajar con la Jornada: se acabaron las promesas?
Cuando dijo que no habrá apagones en el verano “por falta de generación”, habría que preguntarle qué otros factores cree que pueden generar apagones que no sea la falta de generación, que obviamente la va a tener resuelta.
Cuando habló de cómo se reunía con sus mingos en Washington, me la imaginé pidiendo almuerzo en Columbia Heights como cuando pedía mondongo para comerlo en vajilla en el Capitolio. Nada, empecé a divertirme.
La cara de poker de Thomas Rivera Schatz, presidente del Senado, y el sueñito que se echó Johnny Méndez, presidente de la Cámara de Representantes, me dieron permiso para no llegar al final.
Sabía que le faltaba en el discurso político el tema de la estadidad. Nada nuevo.
Sobre todo, a esas alturas del mensaje ya tenía dado por sentado que sólo había hablado para los suyos y estos estarían requete felices aunque no hayan entendido un carajo.
La política de barricada está vivita y coleando. La mujer de estado no ha nacido ni va a nacer en ella. No hubo nada en su discurso que augure un renacer.
