El colectivo Plan B-Independencia propone una estrategia descolonizadora basada en saberes, no en elecciones
Por Wilda Rodríguez
Periodista
Se esgrime pocas veces, pero existe el poder del conocimiento. Ese es el que trata de ejercer lo que antes he llamado un colectivo de nerdos y cuyo nombre oficial es Plan B-Independencia.
Cuando la independencia es “el único camino” y se convierte en necesidad —como han argumentado con datos—, tiene que apostarse a una estructura cuyo poder sea el conocimiento para trazar el rumbo y negociarlo. Una estructura fuera de la caja, apartada del sistema como lo vivimos y de sus cuatro poderes sujetos a la política electoral y la corrupción. Un quinto poder, que no es la inteligencia artificial, como pretenden los dueños de la cibernética.

La estructura de Plan B ha estado tomando forma. Esta semana presentó su plan para el desarrollo económico de la República de Puerto Rico. Hay que empezar por explicar por qué ellos, y cuál es su posibilidad de acceder desde el conocimiento a un poder que les permita intervenir a favor de la descolonización de Puerto Rico.
La frase “el conocimiento es poder” se le adjudica a un filósofo inglés del siglo XVIII, aunque estoy segura de que la dijo Aristóteles mucho antes que Francis Bacon. Igual atribuyen a Hobbes la frase “la información es poder”, cuando eso lo sabía hasta Herodes.
Cómo usar el conocimiento como poder es lo que corresponde discutir. Es la primera vez que se intenta explícitamente en Puerto Rico para lograr la independencia, que yo sepa.
Lo curioso es que los otros cuatro no parecen saber por dónde entrarle. Hace días que se anunció el plan para la República y aún no hemos escuchado una oposición coherente. Solo la de los fotutos. El liderato político colonialista, que preside sobre los tres poderes formales —ejecutivo, legislativo y judicial— y sobre buena parte del cuarto poder —el de la prensa—, está tratando de ignorarlo a ver si pasa. Como cuando usted cierra los ojos bien fuerte y se nota que no los está cerrando espontáneamente, sino para no ver lo que viene.
Los que me leen saben que he tratado este tema del conocimiento por años desde el otro lado de la verja: el culto a la ignorancia. La democratización de la ignorancia, que no es otra cosa que pretender que la ignorancia y el conocimiento tengan el mismo valor.
Fue el escritor Isaac Asimov quien denunció con pelos y señales la ideología inducida por su país (Estados Unidos) de un sistema de la ignorancia como valor, como virtud y como derecho.
Ahora podemos hablar del conocimiento como poder que está pujando por ser reconocido y quedarse con el canto. ¿Lo logrará? No lo sé, pero lo disfruto.
Por lo general, y porque el neoliberalismo lo ha impuesto, el poder se concibe como una propiedad de la clase dominante. También sabemos que el conocimiento puede ser utilizado para manipular y controlar una sociedad contra sí misma. Lo vemos todos los días. De hecho, hay quienes sostienen que el poder es el archienemigo del conocimiento y la libertad.
Ahora bien, si concebimos el poder como estrategia y no como propiedad —como sostiene Foucault, filósofo francés del siglo XX—, es entonces una herramienta que se puede usar tanto a favor como en contra.
En este caso, lo que nos planteamos es si un colectivo de nerdos puede diseñar una estrategia desde el conocimiento para asumir un rol protagónico a favor de la descolonización de Puerto Rico.
Suena bien, particularmente porque a los estofones hoy día se les identifica con la tecnología y la inteligencia artificial, mientras a los intelectuales se les echa en cara que no intervengan más con sus conocimientos para resolver los problemas de sus sociedades. Un cambio de paradigma nos puede resultar beneficioso.
Adjudicado que no todos los nerdos son intelectuales, y viceversa. Dentro de Plan B hay de ambos. Todos son estudiosos y profesionales sobresalientes. Por eso prefiero referirme a ellos con cariño como un colectivo de nerdos.
Por cierto, me encanta ver cómo los nerdos le pasan por el lado a los políticos de carrera con un guille cabrón.
Hay políticos de carrera que poseen muchos conocimientos; hay uno que otro intelectual y uno que otro nerdo. El problema es que no se ven a sí mismos ejerciendo el poder del conocimiento, sino el poder electoral.
Lo que nos lleva a preguntar: ¿qué buscan los nerdos? Los que conozco desprecian la política electoral, por lo que sé que no aspiran a ella.
Por lo que hemos visto, lo que buscan es provocar una negociación para la descolonización e independencia de Puerto Rico. ¿Por qué? Porque han leído el mensaje en la pared: Donald Trump no quiere a Puerto Rico y, más temprano que tarde, va a querer salir de la colonia. La razón discierne que hay que estar bien preparado para que Trump no suelte la colonia sin responsabilidad alguna sobre su suerte.
Los analistas del mundo entero han predicho que Trump acelera todas sus obras para encaminarlas antes de las elecciones de su segundo término (2026). Ese es entonces su “deadline” o fecha de cierre, y Puerto Rico no está fuera de su agenda. Ha enviado todas las señales: el rechazo republicano directo a la estadidad, el anuncio del recorte de fondos federales de los que depende el presupuesto de la colonia, y la advertencia, a través de la Junta de Control Fiscal, para que Puerto Rico se prepare a vivir sin fondos federales. Del Estado Libre Asociado no tiene por qué preocuparse. Los demócratas se encargaron de enterrarlo en el Tribunal Supremo y el Congreso federales.
Parece sensato, entonces, que al menos Plan B se esté preparando para negociar por Puerto Rico. La colonia sin fondos federales no sobrevive. Las intenciones de Trump —no de Plan B, ni el PIP, ni el MNH, ni el PPT— son las que convierten la independencia en única opción o camino.
¿Estamos preparados para la independencia por necesidad? Por supuesto que no. Pues habrá que prepararse.
Lo primero que hizo el colectivo de nerdos fue poner la independencia en el lenguaje de Trump y atraer la atención poniéndola también como ganancia para Estados Unidos. Genial, aunque la prensa corporativa lo ignorara y a los colonizados les dé rabia. Esa es la primera fase del luto. Ya están en la segunda: la negación.
Washington tiene ojos y oídos en todas las paredes. Yo conozco a Washington de cerca, como periodista y como activista en la diáspora. Por eso le creo a Plan B que esto se está discutiendo, aunque los gringos se hagan los sordos.
Lo segundo que hace Plan B es presentar una propuesta minuciosa para negociar la descolonización. ¿Una locura? Léanla, y coincidirán conmigo en que ahí hay un trabajo muy bien hecho por gente que conoce. Es la única, aunque el PIP reclame que tiene la suya. Por buena que sea la del PIP, no parte de la posibilidad de que sea Estados Unidos quien tome la iniciativa de salir de la colonia, sin consultar a nadie, y mucho menos a los colonizados. No parte de tener que presionar y sentarse a negociar con el emperador fascista sin elecciones democráticas ni asambleas constitucionales de estatus.
Si el país administrador de la colonia decide descolonizar a Puerto Rico, no tiene que consultar a nadie. Eso nunca ha sido una prerrogativa de los puertorriqueños. La voluntad del pueblo colonizado no vale un carajo. Es un sofisma argüir lo contrario. Un engaño que alimenta la farsa eleccionaria y la dudosa democracia.
No es momento de sentarse a esperar.
Es hora de usar el conocimiento y empoderarlo.