La GBU-57/B, un arma diseñada para atravesar cientos de metros bajo tierra, fue clave en el reciente ataque de Estados Unidos a las instalaciones nucleares de Irán
La reciente ofensiva militar de Estados Unidos sobre instalaciones nucleares iraníes no solo ha reconfigurado el mapa de tensiones globales, sino que también ha mostrado al mundo una de las armas más poderosas del arsenal norteamericano: la bomba antibúnker GBU-57/B, conocida como Massive Ordnance Penetrator (MOP).
El ataque, confirmado por el presidente Donald Trump, tuvo como objetivo tres centros críticos del programa atómico iraní: Fordow, Natanz e Isfahan. Estas instalaciones, fuertemente protegidas y en algunos casos construidas a cientos de metros bajo tierra, eran consideradas virtualmente inaccesibles para armamento convencional. Hasta ahora.
Una bomba diseñada para lo imposible
Con un peso de 13.600 kilogramos (30,000 libras), la GBU-57/B fue creada específicamente para penetrar búnkeres de alta profundidad, como los que albergan actividades nucleares en Irán y Corea del Norte. Su diseño, capaz de atravesar capas de concreto y roca, fue el resultado de años de innovación tecnológica y análisis geoestratégico por parte del Pentágono.
Fordow, una planta nuclear escondida bajo una montaña cerca de Qom, se convirtió en el símbolo de ese desafío. Según analistas internacionales, el uso de esta bomba busca no solo destruir físicamente estructuras críticas, sino también retrasar por años cualquier avance significativo del programa nuclear persa.

¿Por qué ahora?
Según la Casa Blanca, la decisión de atacar responde al riesgo “inminente” de que Irán alcance capacidad operativa para fabricar armas nucleares. El presidente Trump declaró que “todas las instalaciones nucleares atacadas han sido destruidas” y justificó el operativo como una acción preventiva ante una amenaza que, según su gobierno, ha persistido durante décadas.
A diferencia de ataques anteriores, esta operación se centró en destruir el núcleo más protegido de la infraestructura nuclear iraní. La bomba MOP fue lanzada desde un bombardero furtivo B-2 Spirit, un avión que, por su capacidad de evitar radares y portar esta clase de armas, es considerado uno de los más avanzados del mundo.

El mensaje detrás del misil
Además del impacto militar, el uso de la GBU-57/B envía un mensaje político y simbólico. Estados Unidos ha demostrado que puede vulnerar incluso las estructuras subterráneas más protegidas. Esto pone presión no solo sobre Irán, sino sobre otros países que consideren reforzar sus capacidades nucleares bajo tierra.
Sin embargo, este poder también genera preocupación. Voces críticas advierten que la acción podría desencadenar una escalada regional. Irán ha prometido represalias, y países aliados como, Rusia y Venezuela ya han expresado su respaldo a Teherán.
¿Hacia una nueva carrera armamentista?
El uso de esta bomba plantea una pregunta inquietante: ¿volverán los países a ocultar sus programas militares bajo tierra, o buscarán nuevas formas de protección? Mientras tanto, Estados Unidos parece tener el monopolio de una tecnología que, por ahora, nadie más posee.
La GBU-57/B ha demostrado que ni la profundidad ni el concreto garantizan inmunidad. La incógnita ahora es si esta muestra de poder abrirá una vía hacia la disuasión o hacia una nueva etapa de conflicto global.