Washington, 13 may (EFE News) – Ni el pangolín ni un laboratorio chino, la creciente destrucción de los ecosistemas es la principal culpable de la COVID-19 al haber aumentado la interacción humana con animales salvajes portadores del nuevo virus, y la principal vacuna es proteger la naturaleza, alertaron este miércoles exploradores de la National Geographic Society.
«Perturbamos los ecosistemas y, mientras lo hacemos, zarandeamos los virus para que caigan del árbol», dijo el divulgador científico David Quammen, quien participó junto al biólogo marino español Enric Sala en una conferencia virtual auspiciada por la organización Campaign for Nature.
«ESTO NO VA DE CHINOS QUE QUIEREN COMER PANGOLÍN»
Y es que los patrones de consumo de los habitantes del planeta afectan la incidencia de los humanos en el medioambiente y el consiguiente contacto con especies salvajes portadoras de patógenos. «Esta situación viene de decisiones que todos hacemos, esto no va de gente en China que quiere comer pangolín», expuso Quammen.
Por ejemplo, una decisión tan cotidiana como sustituir un móvil u ordenador portátil pasado de moda puede propiciar la aparición de nuevos virus. O al menos así lo ve este escritor, quien explicó que esos aparatos tecnológicos requieren de cobalto, un mineral muy escaso que se obtiene en minas que están proliferando en países como la República Democrática del Congo para poder responder a la creciente demanda, lo que lleva a los mineros a estar en contacto con animales otrora ajenos al hombre, y a alimentarse de ellos.
En ese sentido, Quammen destacó que todas las nuevas enfermedades víricas provienen de especies salvajes, con las que los humanos interactúan cuando van a bosques tropicales y otros lugares donde hay incontables tipos de animales, cada uno de ellos portando virus únicos.
Por ello, invitó a ser más consecuentes en nuestras decisiones, siendo las de mayor impacto la frecuencia con la que se viaja, cuántos hijos se decide tener y qué se come.
LA COVID-19, PARTE DE UN PATRÓN QUE VIENE DE LEJOS
«Una de las cosas más importantes que hay que entender sobre esta pandemia es que no es flor de un día -subrayó Quammen-, no es un evento independiente que nos ha pasado, es parte de un patrón que refleja lo que estamos haciendo».
La aparición de nuevos virus es un fenómeno que se ha dado desde hace siglos, pero ha sido mucho más intensa en la últimas décadas debido al crecimiento de la población mundial y a un incremento del consumo.
Según Quammen, la fiebre hemorrágica boliviana -identificada en 1959-; el virus de Marburgo, que fue transmitido a humanos en 1967 a través de unos monos que habían sido llevados a un laboratorio alemán desde Uganda; la aparición del ébola en 1976 o la epidemia de VIH que se inició en la década de 1990 muestran cómo el impacto ambiental de la actividad humana acelera la aparición de nuevas enfermedades víricas.
«INVERTIR EN LA NATURALEZA ES LA MEJOR VACUNA»
Los virus salen de la naturaleza, pero de ella puede salir también la solución, como puntualizó Sala.
«Invertir en la naturaleza es la mejor vacuna que tenemos», consideró este biólogo marino y explorador de la National Geographic desde 2007, quien avisó de que la supervivencia de los humanos depende de la de bosques, océanos y de miles de especies, fundamentales para la economía.
Salas opinó que los eventos climáticos extremos, los desastres naturales y otras catástrofes generadas por la destrucción de la biodiversidad y los ecosistemas, como las pandemias, «son el mayor riesgo sistemático para la economía mundial».
La naturaleza es piedra angular del sistema económico, ya que cada año se originan 125 billones de dólares gracias a los recursos naturales, señaló el biólogo, que hizo hincapié en que es necesario cuidar el planeta si se quiere tener en el futuro una economía resiliente.