La escena puertorriqueña despide a un maestro que hizo del humor y la crítica social un arte cercano y transformador
SAN JUAN, Puerto Rico — El mundo del teatro puertorriqueño se encuentra de luto tras la partida de Carlos Ferrari, destacado dramaturgo, director y productor de origen argentino que, desde la década de 1960, hizo de Puerto Rico su hogar y su escenario.
Ferrari falleció el jueves 8 de mayo de 2025 a las 7:40 de la noche en su residencia, acompañado de sus seres queridos y bajo los cuidados de un equipo de hospicio, tal como había dispuesto en vida.
La noticia fue confirmada anoche mediante un comunicado emitido por sus familiares y colaboradores, en el que se expresó el profundo pesar por la pérdida, así como la inmensa gratitud por su legado artístico. “Hoy el teatro puertorriqueño pierde a uno de sus grandes. El telón baja, pero su obra queda”, se lee en el parte oficial.
Nacido en Buenos Aires en 1931 y formado en el Instituto de Arte Moderno, Ferrari arribó a la isla a mediados de los años 60. Desde entonces, se convirtió en una figura clave de la escena nacional, primero con el Teatro del Sesenta y luego como fundador, en 1977, de Nuestro Teatro. Este espacio se convirtió en un laboratorio creativo único: durante catorce años ininterrumpidos presentó exclusivamente piezas escritas y dirigidas por él, una hazaña sin precedentes en el país.
Su repertorio es tan extenso como entrañable. Obras como El insólito caso de Miss Piña Colada, ¡Dito, tan bueno que era!, Como Chava Chendo y La nena se casa conquistaron al público con una mezcla infalible de sátira, sensibilidad y una mirada aguda sobre la vida cotidiana puertorriqueña. Ferrari no solo escribía teatro, componía también la música de sus espectáculos, y su pluma navegaba con soltura entre la comedia popular y la crítica incisiva.
Más de cincuenta obras llevan su firma, muchas de las cuales trascendieron fronteras y fueron reconocidas en escenarios internacionales como Nueva York, Caracas y Nancy, Francia. Entre sus galardones figuran premios del Círculo de Críticos de Teatro de Puerto Rico, la UNESCO y la Cámara de Representantes, así como el Premio ACE en 2010 por la reposición neoyorquina de Miss Piña Colada. Sin embargo, él siempre consideró que el verdadero reconocimiento era el aplauso fiel del público boricua.
Ferrari también incursionó con éxito en el teatro juvenil, abordando temáticas sociales con obras como La cigüeña va a la escuela y Bailando al son del corrillo, en las que demostró su sensibilidad para conectar con nuevas generaciones.
En este momento de duelo, sus familiares han solicitado espacio y privacidad, y han adelantado que en los próximos días se anunciarán actividades conmemorativas para honrar su vida y su obra.
Carlos Ferrari se va, pero deja una huella imborrable en la historia del teatro puertorriqueño. Su legado es una invitación permanente a mirarnos con humor, a pensarnos críticamente y a seguir creyendo en el poder transformador de las tablas.