Madrid, 22 feb. (EFE) – El dúo francés de electrónica Daft Punk ha anunciado este lunes su despedida en un inesperado comunicado y tras 28 años de carrera en los que revolucionaron la música de baile con un sello inconfundible: con ellos, el funk volvió a ser moderno, cósmico, y los ordenadores aprendieron a cantar.
Pese a los 12 millones de discos vendidos en todo el mundo, muy pocos les pondrían cara a las dos personas que sostenían esta fórmula desde su fundación en 2003: Guy-Manuel de Homem-Christo y Thomas Bangalter, con sus rostros siempre ocultos ya fuese por las máscaras de perro del principio o por sus icónicos cascos de robot, que amplificaban el halo de misterio que siempre los envolvió.
Escogieron libertad de movimientos no solo a pie de calle, pues sus contratos discográficos suponían una renuncia a partidas económicas más sustanciosas a cambio de controlar todo el proceso creativo y sus ritmos. El resultado fueron cuatro discos de estudio, dos directos y una banda sonora para la película futurista «Tron: Legacy» (2010), que está entre lo mejor de su producción.
Resulta curioso que ese gusto por lo robótico naciera de las cenizas de un primer proyecto consistente en una banda de rock llamada Darlin’ del que también formaba parte Laurent Brancowitz (a la postre, guitarrista de Phoenix). Un crítico musical tildó sus canciones de «daft punky thrash», algo así como «loca basura punk», y eso les sirvió para empezar a contruir su nueva identidad.
Tras su viraje a la música electrónica, en 1995 llegó su primer gran éxito, «Da Funk», que les dio el pasaporte para firmar con una multinacional y el lanzamiento de su primer álbum, «Homework» (1997), que fusionaba sonidos añejos de baile con «techno» y «acid house» y que amplió enormemente la base de oyentes de estos estilos.
Allí estaba incluido «Around The World», su mayor «hit» de la época, en el que una voz procesada hasta perder su naturaleza humana repetía incesante las palabras del título en medio de un «beat» elegante y muy definido que hacía imposible no saltar a la pista de baile, como mostraba su videoclip, dirigido por Michael Gondry y con coreografía de la española Blanca Li.
Fue el primero de un conjunto de producciones audiovisuales llamadas «D.A.F.T.: A Story About Dogs, Androids, Firemen and Tomatoes» (1999) que, con sus canciones como colchón, mostraban una visión artística que trascendía lo musical y que pocos años después les llevó a articular las imágenes de su siguiente disco como una película de anime, «Interstella 5555 – The 5tory of the 5ecret 5tar 5ystem» (2003).
Ese álbum era «Discovery» (2001), en el que su sonido se refinó aún más tras tomar el «synthpop» por bandera. Se abría con el emblemático «One More Time», el cual ampliaba considerablemente el número de versos cantados de sus temas anteriores. En mayor o menor medida, todo era susceptible de pasar por el robotizador de Daft Punk, ya fuesen las voces de sus colaboradores Romanthony y Todd Edwards o un «riff» potencialmente tan roquero como el de «Aerodynamic».
Aquel repertorio, en el que también sobresalía «Harder, Better, Faster, Stronger», apuntaba ya al «eurodisco», más concretamente al «italodisco» de Giorgio Moroder, al que años después volverían como padrino de su último bombazo discográfico, «Random Access Memories» (2013).
Entre medias publicaron su primer directo, «Alive 1997» (2001), y su tercer disco de estudio, «Human After All» (2005), quizás el menos memorable de todos o puede que el menos accesible en una primera escucha por su recurrencia a una paleta voluntariamente más limitada en cuanto a elementos y a su carácter mucho más mecánico.
Sin contar el directo «Alive 2007» (2007), pasaron cinco años hasta «Tron: Legacy» (2010). A nivel sonoro, la banda sonora no era lo que el público podía esperar de la revisión de un clásico de ciencia ficción de principios de los años 80, cuando entre neones y colores fluor triunfaban las músicas en las que tanto se habían recreado Daft Punk en «Discovery», por ejemplo.
Tampoco tenía mucho que ver con «Human After All». Quizás por la propia naturaleza del producto, una B.S.O., ofrecieron con la London Orchestra una colección de temas sugerentes, ampulosos, panorámicos y atmosféricos, por momentos también oscuros, pero les devolvió todo el crédito para hacer lo que se propusieran a continuación.
Así llegó el fenómeno del citado «Random Access Memories» (2013), una fantasía cósmica que volvió a convertir en el estilo de moda el funk y la música disco, que en sus elaboraciones habían sido ingredientes recurrentes, pero casi siempre como fondo.
Con Chic en el retrovisor, parte de su éxito (fue su primer número 1 en EE.UU.) radicó en incorporar a sus créditos precisamente al líder de aquella formación, Nile Rodgers, así como a otro productor y compositor histórico, Giorgio Moroder.
«Get Lucky», con Pharrell Williams en el conjunto, fue el ariete que impulsó el álbum. Alcanzó los puestos de honor en 32 países y se hizo también con el favor de la crítica, que le concedió el Grammy a la grabación del año y a la mejor actuación a cargo de un dúo o grupo de pop.
En pleno apogeo, el dúo se aferró aún más a su gusto por el hermetismo. Solo salieron de su ostracismo de manera muy esporádica para colaborar con artistas como The Weeknd, con el que lanzaron primero «Starboy» (2016), que los llevó de nuevo a lo más alto en Estados Unidos, y unos meses después «I Feel It Coming».
No volvió a haber una gira del dúo y tras una serie de noticias que nunca se confirmaron sobre posibles proyectos, Daft Punk utilizó este lunes como despedida un vídeo de casi 8 minutos titulado «Epilogue», con imágenes de su película inédita «Electroma», en la que uno de los miembros activa una bomba de autodestrucción adosada a la espalda del otro, que explota al cabo de un minuto.