Por Rafa Sanz del Río
Agencia EFE
Buenos Aires, Argentina (EFE) – «Vengo hacia ti con mis manos vacías. No tengo armas, pero sí estoy obligado a defenderme, a defender mis principios y mi honor”. Las palabras de Ed Parker, el ‘padre del karate americano’, reflejan la vida combativa de la deportista trans argentina Viviana González, que ahora relata en el documental ‘Una vida karateca’.
«La diferencia para nosotras, las personas trans, es que para cualquier campeón, el combate empieza y termina sobre el ring o sobre el tatami. Nuestras luchas, en cambio, continúan debajo de ellos también», comenta González, apodada ‘La Karateca’ en el ambiente callejero, durante una entrevista con EFE.
Su vida comenzó en Quilmes (provincia de Buenos Aires) en 1970 y estuvo llena de baches -ejerció la prostitución a muy temprana edad, enfermó de cáncer y sufrió el rechazo de la sociedad-; pero también fue un modelo de superación y en 2018 llevó a las tablas la obra ‘La Karateca’, y más recientemente, el documental ‘Una vida karateca’, de Fernando Mántaras, estrenado este año, refleja su combate ante cada desafío.
Como dice la propia ‘Vivi’ en la cinta: «Fui violada, golpeada y patoteada. He peleado con cuchillos y he peleado con armas». Ahora imparte clases de artes marciales para que su alumnado pueda defenderse.
«La idea era generar intimidad y naturalidad. Todo surge porque en vez de plantarme como director para hablar de ‘Vivi’, me resultó mucho más interesante darle la voz a ella y que pueda contar y expresarse tal y como quiere”, cuenta el realizador.
González confiesa emocionada que tuvo la suerte de que su madre abrazase su identidad antes incluso que ella misma. Curiosamente, su inicio en las artes marciales, cuando tenía apenas tres años, fue gracias a su progenitora porque, relata, de alguna manera pudo percibir que el mundo iba a ponerse violento contra su hija.
«Yo hubiera preferido hacer danza, porque era lo que más me gustaba. Como toda ‘mariquita’, yo me quería expresar bailando, pero el hecho de que levantaba la pierna para tirar patadas, para mí ya estaba haciendo algo estético que me gustaba», comenta la experta en artes marciales.
Tras superar la escuela primaria sin problemas, denuncia que en la secundaria la avergonzaron por considerar que «faltaba al respeto por ir disfrazado» y la echaron. En ese momento, confiesa, se lanzó a la prostitución «siendo tan sólo una niña», experiencia que, asegura, la hizo más fuerte.
«El abrazo que no me dio el sistema educativo me lo acabó dando la calle», expone.
Según refiere, era una época dura para sobrevivir en la calle en medio de persecuciones policiales y, por ello, se abrazó aún más a la competición, porque estaba cansada de «perder».
Logró ser medallista de oro nacional e internacional con el seleccionado argentino en categoría kumite libre, pero dejó la competición en 1999, casi al cumplir los 30 años.
González no esperaba más batallas, y fue justo cuando le llegó el golpe más duro al descubrir que padecía cáncer.
«Cuando una persona se entera que tiene cáncer, generalmente lo sufre, y a mí no me pasó eso. Respiré y dije: ‘Por fin siento que llegó el final'», cuenta.
Pese a no querer someterse a tratamiento, la figura de su madre hizo que volviera a luchar. Tras superarlo, le llegaría la oportunidad de volver a estudiar de la mano de la escuela Mocha Celis, primer centro en el mundo que, desde 2011, promueve en Argentina la integración de personas travestis, trans y no binarias en la educación formal. En ella, se graduó hace seis años.
«Llegué el primer día de clase y llevé mi cuadernito blanco que tenía desde los 12 años, que me lo había comprado mi mamá para el primer día de Secundaria», confiesa emocionada.
Como buena luchadora, Viviana González continuó encarando más adversidades, como un segundo asalto contra el cáncer o el fallecimiento de su madre. A ella le dedica entre lágrimas un nuevo objetivo tras finalizar los estudios: cumplir su sueño de escribir un libro. ‘La Karateca’ no se rinde.